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Eduardo Santos, en una portada de la revista Semana de 1947. Foto: Semana

A pocos días de cumplirse 50 años de su muerte, una breve semblanza sobre la vida y legado del expresidente y periodista.

El expresidente Eduardo Santos Montejo falleció el 27 de marzo de 1974 a la edad de 86 años. Fue un personaje muy influyente a lo largo del siglo XX, no solamente como periodista y dueño del periódico El Tiempo desde 1913, sino como político, Ministro de Estado, diplomático y Presidente de Colombia entre 1938 y 1942.

Eduardo Santos nació en Bogotá, pero con fuertes raíces tanto en Santander como en Boyacá. Estudió leyes en el Colegio del Rosario y antes de comprarle El Tiempo a Alfonso Villegas Restrepo en 1913 –este lo había fundado en 1911 y sería su cuñado cuatro años después–, fue adjunto en la legación de Colombia en Paris entre 1909 y 1911, y funcionario del Ministerio de Relaciones Exteriores. 

Esos primeros años de su vida lo pusieron en contacto con la cultura francesa, de la cual se impregnó intensamente. Fue un humanista y un individuo extraordinariamente culto. En sus infortunadamente breves memorias, Alberto Lleras Camargo relata haber recorrido Paris y Roma con Santos e impresionarse con su conocimiento prodigioso, “fruto de sus innumerables lecturas, sobre todas las cosas que le interesaban”.  El doctor Santos “recorría incansablemente el viejo Paris en busca de una casa con una placa y una fecha, que indicaban que allí había muerto alguien celebérrimo”, escribe Lleras. Esa vida en Paris formó, además, su muy especial temperamento, que se manifestó permanentemente en la moderación en la política, el alejamiento de los extremos, el horror a la violencia, la defensa de las instituciones y su talante liberal y democrático.

Antes de cumplir 30 años, Eduardo Santos entró en política; primero como ‘republicano’ y muy rápidamente como liberal de partido. Apoyó la candidatura presidencial de Enrique Olaya Herrera en 1929, fue gobernador de Santander en 1931 y Ministro de Relaciones Exteriores en 1934. Antes de llegar a la Cancillería fue jefe –ad honorem– de la delegación de Colombia ante la Sociedad de las Naciones en Ginebra, en donde defendió la posición de Colombia en el diferendo con el Perú para suscribir, en 1933, el acuerdo que devolvió formalmente a Colombia la posesión y soberanía sobre Leticia.

Durante el gobierno de Alfonso López Pumarejo, Santos fue, primero, representante a la Cámara, y en 1936 senador y presidente del Senado. Al morir en 1937 el expresidente Olaya Herrera, quien se proyectaba para ocupar por segunda vez la presidencia de la República, Santos fue escogido por el liberalismo como candidato y alcanzó la presidencia en 1938.

El gobierno de Eduardo Santos quedó encajonado entre los dos de Alfonso López Pumarejo. No se ha escrito mucho sobre este período presidencial; las nuevas generaciones lo desconocen y me temo que algunas de las viejas también. Después de las reformas y la agitación política e ideológica de la primera administración López, la de Santos se conoció como “la pausa”, en buena parte porque a pesar de las dificultades y de la oposición conservadora, fueron cuatro años sin mayores turbulencias internas. Recuérdese, sin embargo, que la Segunda Guerra Mundial estalló en 1939 y habría de prolongarse hasta 1945, por lo cual el gobierno Santos enfrentó el impacto sobre la economía de la conflagración y asumió una muy firme posición en contra del totalitarismo y a favor de la defensa de la democracia y las libertades.

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En 1955 Gustavo Rojas Pinilla clausuró el periódico “El Tiempo”. Bajo la guía de Eduardo Santos el diario bogotano se convertiría en una herramienta contra la dictadura de Rojas Pinilla. Foto: archivo El Tiempo.

El manejo de la economía fue particularmente complejo. El mercado europeo para el café se cerró y el precio cayó, en 1940, por debajo de US$0.10 por libra, cuando en los años veinte se había elevado a US$ 0.28, y durante los treinta se había mantenido alrededor de US$0.12 por libra. Con Carlos Lleras Restrepo como ministro de Hacienda, Gabriel Turbay como embajador en los Estados Unidos y Manuel Mejía en la Federación de Cafeteros, Colombia promovió –en medio de la oposición de los cafeteros– la firma de un pacto de cuotas entre los países productores de América Latina y Estados Unidos, objetivo que se logró en 1940 y que permitió incrementar la exportación al país del norte a precios que, en 1942, superaron los US$0.15 por libra. Claro que, para ajustar la exportación a la cuota, fue necesario en 1940 retener café y crear el Fondo Nacional del Café, administrado por la Federación, que resultaría en un mecanismo fundamental para ejecutar la política cafetera hasta 1989.

El testimonio de Carlos Lleras Restrepo sobre la actitud del presidente Santos ante los problemas económicos describe muy bien la personalidad de este: 

“Nunca se mostró como un gobernante herido, más que cualquier otro, por desastres excepcionales; para él la función de gobernar era cosa que tenía que aceptarse tranquilamente, con todas las dificultades que el variable curso de los acontecimientos pudiera traerle. No vaciló, eso sí, en muy grandes responsabilidades, en adoptar medidas que no tenían precedentes en el país”.

Santos volvió a jugar un papel sobresaliente en política en la década de los años cincuenta para derrocar la dictadura del general Rojas Pinilla y restaurar la democracia.

Fueron muchos las realizaciones de Santos, no exclusivamente en el área de la economía sino en el de la diplomacia y la promoción de la investigación científica, la educación y la cultura. En su gobierno se firmó el tratado de límites con Venezuela y se creó el Instituto Etnológico Nacional, adscrito a la Escuela Normal Superior, al cual se incorporaron sobresalientes científicos europeos que salieron de sus países en los tiempos de la guerra. Y no pueden dejarse de mencionar sus intereses en la vivienda campesina y, en general, en la política social y la protección de las mujeres trabajadoras.

Santos volvió a jugar un papel sobresaliente en política en la década de los años cincuenta para derrocar la dictadura del general Rojas Pinilla y restaurar la democracia. En 1955 Rojas clausuró El Tiempo por haberse negado su director, Roberto Garcia-Peña, a publicar una declaración en favor del gobierno, lo cual reforzó entre sus opositores la dinámica para “volver a la normalidad”. En un homenaje ofrecido al doctor Santos a raíz del cierre del periódico, Alberto Lleras anunció que dejaba la rectoría de la Universidad de Los Andes para liderar el movimiento opositor del gobierno de Rojas. Y El Tiempo se convirtió en uno de los instrumentos fundamentales en la lucha contra la dictadura, bajo la orientación del doctor Santos, quién habría de apoyar decididamente la implantación y los gobiernos del Frente Nacional entre 1958 y 1974.

La personalidad, la trayectoria, el pensamiento y la existencia de Eduardo Santos debe recordarse al cumplirse los 50 años de su fallecimiento. Con mayor razón en un momento en el cual se desprecian desde la Presidencia de la República la historia del país y la de los protagonistas que orientaron sus destinos a lo largo de nuestros 205 años de vida republicana.  

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Carlos Caballero Argáez

Escritor y columnista. Ingeniero Civil de la Universidad de Los Andes. Magíster en Ciencias de la Universidad de California en Berkeley y Magíster en Asuntos Públicos de la Universidad de Princeton.