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El diseñador Demna Gvasalia utilizó la Semana de la Moda en París como plataforma para enviar un mensaje en contra del conflicto en Ucrania.

En tiempos de guerra la moda parecería ser la primera de las frivolidades, pero incluso allí el arte tiene espacio para expresar su mirada crítica.

Glamorosas imágenes de moda seguidas de impactantes imágenes de guerra. Así llegó, entre el 28 de febrero y el 8 de marzo, la Semana de la Moda a París. Luego de dos años de pandemia, las colecciones se presentaron en un contexto de conflicto bélico por la invasión rusa a Ucrania.

La moda proporciona una fantasía, un escape, un bálsamo, pero también ofrece un reflejo sociopolítico del mundo que nos rodea. Diseñadores y directores de la Alta costura tanto en Milán como en París aconsejaban a la gente “experimentar los espectáculos de los próximos días con solemnidad y como reflejo de estas horas oscuras”. Un consejo para un ambiente en apariencia frívolo que contrastó con la mirada crítica y antibélica de los creadores de la moda.

Mi llegada a París coincidió con el inicio de una de las semanas más creativas del año, pero la capital francesa estaba lejos de ser una fiesta en su Semana de la Moda 2022. La Ciudad Luz apenas abría nuevamente sus puertas tras la pandemia cuando la pesadilla de una nueva guerra arremetía contra el renacer primaveral inundando las calles, bares, cafés, restaurantes y pasarelas con un ambiente denso.

El inicio de los desfiles de París se vio marcado por el llamado de los periodistas de moda ucranianos y diseñadoras de ese país como Lilia Litkovskaya –quien había estado preparando su desfile para la capital francesa antes de que comenzara la invasión y escapó de Kiev a través de Polonia con su hija de dos años– a movilizar a quienes los rodeaban para que a través de redes sociales apoyaran y divulgaran la difícil situación de Ucrania. La marca húngara Nanushka, que se presentó por primera vez en París desde el estallido de la pandemia, y cuyo país de origen comparte frontera con Ucrania, anunció su solidaridad con su país vecino, asociándose con el Servicio de Caridad Húngaro de la Orden de Malta para proporcionar alojamiento, comida, ropa y transporte a quienes ingresaran a Budapest.

 

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Cerca de 2.8 millones de personas refugiadas han huido de territorio ucraniano hacia países vecinos.

El inicio de los desfiles de París se vio marcado por el llamado de los periodistas de moda ucranianos y diseñadoras de ese país, como Lilia Litkovskaya, a movilizar a quienes los rodeaban para que a través de redes sociales apoyaran y divulgaran la difícil situación de Ucrania.

La prestigiosa marca Balenciaga, dirigida por el diseñador georgiano Demna Gvasalia, borró su cuenta de Instagram y publicó sólo una imagen de la bandera ucraniana que decía: “abriremos nuestras plataformas en los próximos días para informar y transmitir información sobre la situación en Ucrania”. Para acompañar su espectáculo del sábado 5 de marzo, el diseñador, cuya familia huyó de la guerra civil en Georgia en 1993, escribió un mensaje personal que dejó en los asientos del público con una camiseta con los colores de la bandera ucraniana.

Gvasalia, quien afirmó haberse convertido “en un refugiado para siempre”, vio con dolor los titulares de la invasión rusa al punto de que la semana de la moda le pareció un “absurdo” tan grande que consideró seriamente suspender el desfile. “Luego me di cuenta de que cancelar este programa significa ceder, rendirse al mal que ya me ha lastimado tanto durante casi 30 años”, escribió, dedicando la exhibición a “la valentía, la resistencia y la victoria del amor y la paz”.

En el desfile del diseñador georgiano –en el que fue muy difícil prestar atención a las prendas– vimos a las modelos atravesar una falsa tormenta invernal, apretándose contra el viento y arrastrando lo que parecían bolsas de basura, una potente evocación de los más de un millón de ucranianos que ahora huyen de la guerra. Demna también explicó que hacer que las modelos lucharán contra los elementos (las turbinas en marcha hasta el final) fue deliberado, un eco de los días oscuros en Georgia cuando estaba “en un refugio como cualquier otro niño de 10 años”, al igual que otros niños y niñas ucranianos escondidos ahora con sus padres, viviendo la incertidumbre de que el techo de sus refugios caiga sobre sus cabezas.

El espectáculo hizo a los asistentes cuestionarse sobre ellos mismos y sobre los tiempos que corren. Reflejaba el sentir de un mundo ahora desgarrador y demencial. Lo que presenciábamos era incómodo al ojo y París hacía eco de una guerra que aunque ajena nos atenía en un mundo en el que todos estamos conectados.

Cristina Said

Periodista, especialista en Desarrollo Organizacional y Procesos Humanos de la Universidad del Norte.