alvaro-barrios

Portada del libro de Beatriz Vanegas Athias, publicado por el sello editorial Tusquets.

La escritora y poeta Beatriz Vanegas Athías es autora de una novela en clave femenina que es a la vez la historia de muchas mujeres del Caribe colombiano. Reseña.

Hace varios años Beatriz Vanegas Athías me contó en Cereté cómo su padre había enamorado a su madre invitándola a dar un paseo en avioneta. 

Dicho así, escuetamente, aquello suena a episodio de telenovela, a chisme de farándula o a escena de película. Pero no, eso no ocurrió entre un millonario industrial y una rica heredera, ni tampoco se trataba de una estrella del fútbol europeo tratando de conquistar con su jet privado a una joven admiradora colombiana. Aquello ocurrió en La Mojana a finales de los años sesenta y el hombre de la avioneta era un acomodado agricultor antioqueño casado y padre de tres hijos, que se prendó de una hermosa muchacha que trabajaba en el día como telefonista y en las noches como taquillera del teatro en un pueblo del Sucre profundo llamado Majagual.

Recuerdo que ese día le dije a Beatriz que tenía que escribir aquella historia. Algo que por supuesto ella ya se había planteado y que se fue convirtiendo en un proyecto de novela que salió al mercado bajo el respetable sello de Tusquets Editores con el título de Dónde estará la vida que no recuerdo. Una novela en cuyas páginas se encuentra recreada la historia de aquel amor, y de paso, la historia de Sacramento, un pueblo que ha sucumbido desde siempre a las inclemencias del clima y de la guerra.

Él se percató del impacto que había causado la imponencia de la avioneta en ella y no dudó en invitarla a pasear desde el aire por la finca, por el río, por toda la región. Un paseo por el cielo que María recordó aún en las horas nebulosas que invadieron sus últimos días de existencia. (Pág. 17)

El amor de Juan y María prosperó desde ese día pese a la oposición de la madre de María, y Juan no solo la amó y protegió sino que la convirtió en la patrona de una pequeña pero próspera hacienda. Así pasaron los días y los amores, entre los viajes de Juan a la ciudad y sus temporadas en la finca de La Mojana, donde concibieron a Adriana, la niña flacucha que años después se convertiría en periodista, en profesora universitaria, en editora y en una de las mejores poetas colombianas. 

De su pulso de cronista, de su rigor de profesora del idioma, de su instinto narrador y de su vena de poeta surge una novela que es un testimonio hermoso y desgarrador de esa Colombia de mediados del siglo veinte, donde las mujeres aprendían las cosas de la vida en las novelas de Corin Tellado y en las películas mexicanas. Esa Colombia que un día vio llegar la guerra al paraíso y el paraíso desapareció bajo los 32 plomos que se incrustaron en las paredes de la casa la noche aterradora de la primera toma guerrillera. 

brujula-numeros

La escritora y poeta sucreña Beatriz Vanegas Athias, literatura que habla de mujer a mujer. Foto: Archivo particular.

Donde estará la vida que no recuerdo es la pregunta ansiosa, desesperada, de María en las últimas horas de su vida, cuando la Señora Sepsis hacía de las suyas en su cuerpo martirizado por seis operaciones. 

La historia de María y de su hija es también la que vivió con su propia madre, que fue una abuela desalmada para Adriana, en un mosaico bello y doloroso que la autora ha compuesto con maestría valiéndose de tres verbos que se trenzan en la narración haciéndonos Volar, Vivir y Caer.

Este relato de Beatriz me interpela desde la primera página. Me interpela como mujer menstruante –nunca más exactamente dicho– y me interpela como colombiana, como escritora y como amiga. 

Adriana tiró la llave del inodoro y sintió al mismo tiempo otro efluvio líquido descender con tanta fuerza que presintió que no le alcanzaría la toalla higiénica acabada de cambiar. Sonó su teléfono móvil y escuchó a Luz que le decía con tono dulce y sereno, pero que terminada la primera oración le pareció una sentencia:

Vente para la casa que tu madre se acaba de caer y no sabemos qué hacer. (Pág. 11)

Donde estará la vida que no recuerdo será recordada por describir en su primera página la menstruación desmesurada de una mujer. Símbolo de una herida ancestral, la hemorragia de Adriana no dejó de manar hasta dos días después del sepelio de María.

Ese útero que se desangra en Adriana, esa menstruación incesante durante la enfermedad de María, es el silencio instalado por años entre las dos, es la necesidad del perdón para sanar las heridas que había entre ellas.

Esta novela de Vanegas Athías me interpela porque la historia de su madre es la historia de muchas mujeres del Caribe colombiano que tuvieron que salir a trabajar para ganarse la vida y la de sus hijos. La vida de la joven María Martínez se parece a las de mis tías o vecinas; cualquiera de ellas podría haber renunciado a su puesto de maestra, como ella lo hizo, para irse con el único hombre que la respetó y la trató con amor. 

De su pulso de cronista, de su instinto narrador y de su vena de poeta surge una novela que es un testimonio hermoso y desgarrador de esa Colombia de mediados del siglo veinte, donde las mujeres aprendían las cosas de la vida en las novelas de Corin Tellado.

En los capítulos llamados Volar y Vivir la autora nos hace testigos de la vida de María en sus años de juventud, cuando soñaba con ser una de las heroínas de la pantalla grande. O cuando, siendo madre de Adriana y sostén de su familia, descubrió tras el mostrador de una tienda que su vida no tenía sentido si no era para servirle a la gente. 

Es en estos capítulos donde podemos ver la prosa poética de la escritora sucreña describiendo la inundación del pueblo, su crecimiento, su decadencia, su destino como cruce de caminos en un territorio anfibio en el que todos los bandos armados querían hacer sentir.

En los capítulos Caer, Vanegas Athías nos hace testigos del martirio por el que tuvo que pasar Adriana en su tránsito por hospitales y clínicas inoperantes con médicos incompetentes. Como le pasa todos los días a miles de colombianos con el sistema de salud, ella tuvo que hacer con su madre, fracturada en la cadera, un viacrucis de trámites y de exámenes inútiles que hicieron una y otra vez, hasta la muerte. 

La propuesta literaria de esta obra tiene tanto de la impronta femenina que narra la vida de las mujeres en este país, como de la escritura de la violencia en Colombia, y merece una mejor promoción por parte de la editorial, y una segunda edición más limpia. 

Agradezco a Beatriz por haber escrito la historia de María; la de ella misma, la de mi madre, la de nuestros úteros feraces resistiendo siempre a tiempos y a hombres violentos.

Coda: Mientras escribía esto escuchaba la banda sonora del libro, hecha por Noriña, una amiga de Beatriz Vanegas que fue rastreando las canciones que la autora menciona en la novela “para darle color y sonido a la trama”, como ella misma dice.

Querido lector: nuestros contenidos son gratuitos, libres de publicidad y cookies. ¿Te gusta lo que lees? Apoya a Contexto y compártelos en redes sociales.

Patricia Iriarte Diazgranados

Nacida en Sincé (Sucre), poeta, comunicadora social y magíster en Estudios del Caribe. Directora de la Fundación IriArtes, en Barranquilla. Es autora de los libros Mal de amores (poesía, 1992), Territorio de delirio (poesía, 1998), Manual para cubrir la guerra y la paz (1999), Libro de viaje (poesía, 2008), Los usos del audiovisual en el Caribe colombiano (2011), Los cuartos de la casa (poesía, 2017), Tigre y paloma. Antología de Federico García Lorca (poesía, 2020) y Totó. Nuestra diva descalza, que ha sido editado en 2004, 2011 y esta tercera edición del 2022.

 

 

https://pitta-patta.com/