ajonjoli-campesinos

«El Cacique de la Junta», como se conocía a Diomedes Díaz, llevó el vallenato a un nuevo grado de popularidad. Sus excesos terminarían por desdibujar décadas de carrera musical.

A propósito de “Diomedes: el ídolo, el misterio y la tragedia”, el documental del músico vallenato producido por Netflix.

No es atrevido afirmar que existe una frase de Diomedes Díaz para cada ocasión, como canciones suyas para expresar cualquier sentimiento. En sus 57 años de vida, El Cacique de la Junta vivió el doble, grabó más de 40 discos, ganó dos Congos de Oro en el Carnaval de Barranquilla, un premio Grammy y vendió millones de álbumes en una carrera musical de casi cuatro décadas.

El disco 30 Grandes Éxitos es el segundo más vendido en Colombia. Título de Amor y 26 de mayo, aparecen entre los diez primeros. De ahí la historia de los altos ejecutivos de Sony que viajaron hasta Bogotá a conocer el artista suramericano que igualaba o superaba las ventas de los cantantes de pop inglés de primera línea.

Una vida hecha cultura popular, desbordante de anécdotas que, si alguien asumiera el capricho de compilar, sería necesaria una biografía en varios volúmenes en los que los excesos y líos judiciales del artista seguro tendrían su propio tomo.

La semana pasada, Netflix estrenó Diomedes: el ídolo, el misterio y la tragedia, documental dirigido por Jorge Durán y Jaime Barbosa que cubre, de manera bastante clásica, la gloria y decadencia del cantautor guajiro. Aborda los años de infancia campesina, sus primeros acercamientos con la música, siguiendo su ascenso de artista provinciano hasta convertirse en una superestrella controversial del vallenato.

La fama y la fortuna, su relación con las drogas, expuestas en la parte inicial del documental, sirven de trampolín para empujarnos hasta el punto neurálgico de la historia, el feminicidio de Doris Adriana Niño. Díaz, desde entonces, pasa de ser un artista de éxito masivo a un presunto homicida.

Siguiendo el estilo natural de estas producciones enfocadas en una investigación, las versiones sobre la misteriosa muerte de Doris Adriana Niño toman dos bandos: su hermano contra el mundo, en una epopeya en la que defiende a su hermana y protege la imagen de la familia; y los abogados y el cantante negando todas las acusaciones. En su plan de armar un relato objetivo, cuidándose de revelar y solo exponer, el documental ensambla una antología de archivos y testimonios sobre lo sucedido aquella trágica noche.

Pese a ello, nada consigue opacar el brillo de Diomedes, el hombre exuberante y fiestero continúa la celebración y aprovecha su particular carisma para mostrarse compasivo ante la opinión pública. Se refiere a sí mismo en tercera persona, asume un distanciamiento, como si estuvieran judicializando a otro Diomedes, y mira todo dentro del espectáculo, busca refugio y apoyo en sus seguidores, los utiliza de protección.

“Diomedes: el ídolo, el misterio y la tragedia” es un documento valioso, no tanto por recordar el legado de sus canciones, que ninguna presentación necesitan, sino porque impide el olvido del asesinato de Doris Adriana Niño.

Su fanaticada habita en una inconsciencia colectiva, no son capaces de aceptar que su cantante favorito es acusado de feminicidio, distorsionan una realidad idealizada en canciones. Incluso, revictimizan a Doris Adriana Niño echándole la culpa de su fatídico destino, la señalan de drogadicta afirmando que su muerte fue un hecho colateral de una noche de rumba.

Mientras medios y abogados desenredan el proceso judicial, Diomedes graba un nuevo trabajo, Experiencias Vividas (1999). En la canción que da título y apertura al álbum, El Cacique habla directo a sus seguidores, les expresa agradecimiento, hace una alegoría de Judas y Jesucristo, dando a entender una traición, y sobre la condena en la cárcel se refiere a ella como una mala jugada.

La cantidad de imágenes del documental, el dinamismo de su montaje, sellan un tono enérgico, apoyado en una musicalización festiva que refleja el ambiente del artista, y marca un acertado contraste con la fotografía gris y opaca empleada en la reconstrucción del caso.

Aunque hay abundantes detalles y un sólido trabajo de investigación, es el típico relato del artista polémico y no aporta en realidad nada novedoso sobre la vida y obra de Diomedes, cuya personalidad podría explorarse con mayor profundidad. No obstante, Diomedes: el ídolo, el misterio y la tragedia es un documento valioso, no tanto por recordar el legado de sus canciones, que ninguna presentación necesitan, sino porque impide el olvido del asesinato de Doris Adriana Niño.

Cada historia de ascenso y caída tiene su héroe y villano. Este doble papel aquí lo asume Diomedes Díaz, El Cacique de la Junta.

Héctor Romero Díaz

Estudió Narrativa en la Escola Escriptura Ateneu Bacelonès en Barcelona. Co-director del podcast, La Mirada Corrompida. Sus textos sobre cine han aparecido en la revista Latitud y el suplemento Dominical de El Heraldo, así como en la revista Kinetoscopio. Textos de ficción han sido publicados en la revista Huellas y El Espectador.