En Colombia es necesaria la inclusión de cuotas de género que promuevan la contratación en el mercado laboral de mujeres jóvenes.
La desmejora en el acceso a oportunidades laborales y de formación de las mujeres jóvenes incide en el deterioro de sus condiciones de vida y el aumento de la pobreza.
Las noticias sobre las altas tasas de desempleo de la juventud en Colombia como consecuencia de un acumulado histórico que se incrementó como efecto de la pandemia, han causado asombro y preocupación. Adicionalmente, ser joven y mujer es un doble desafío para la generación actual que busca empleo formal: además de no tener opciones laborales tampoco cuentan con acceso a la educación. Agregado a esto, los embarazos a temprana edad las marginan tanto del sistema formativo como del mercado laboral.
Para las mujeres, la cancha ya estaba desnivelada: la tasa de desempleo de las jóvenes entre 14 y 28 años era aproximadamente 7 puntos más alta que la de los hombres de la misma edad en las principales ciudades del país, pero para ciudades como Sincelejo, Riohacha, Santa Marta y Valledupar, esta brecha superaba los 13 puntos en 2019. Por supuesto, estas disparidades se agravaron durante la actual crisis económica y social causada por la COVID-19. En 2020 las jóvenes costeñas tuvieron tasas de desempleo 13 puntos más altas que las de los hombres, y en ciudades como Riohacha la tasa de desempleo de las mujeres jóvenes casi duplica la masculina; 36.5 % y 19.5 %, respectivamente.
Otra estadística relevante para entender actualmente el contexto social es la proporción de jóvenes que ni estudian ni trabajan, llamados “ninis”. Este cálculo es importante porque jóvenes y adolescentes deberían estar estudiando para tener una inserción exitosa en la sociedad. Antes de la pandemia, la proporción de “ninis” en el Caribe colombiano era aproximadamente del 10 %, es decir, entre los 14 y 28 años, el 10 % no reportaba estar estudiando ni trabajando y la brecha entre mujeres y hombres era de 4.7 puntos, con el agravante que habían más mujeres en la situación de “ninis” que hombres. Estos valores eran similares al promedio de las principales 23 ciudades del país.
Sin embargo, a raíz de la pandemia, la juventud en Colombia ha enfrentado las peores consecuencias: 1 de cada 5 hombres y 1 de cada 3 mujeres no estudia ni trabaja. La brecha entre mujeres y hombres se incrementó, y según se observa en el siguiente gráfico, en el Caribe colombiano se agravó aún más la situación. En particular, el caso de Barranquilla requiere atención dado que fue una de las ciudades en donde más empeoraron las condiciones para las mujeres jóvenes: el 39 % de ellas en 2020 se encontraron sin estudiar ni trabajar, mientras que en 2019 este indicador había sido de 12 %. Por supuesto, esta desmejora en el acceso a oportunidades laborales y de formación entre jóvenes, con especial énfasis en las mujeres, va de la mano con el deterioro en las condiciones de vida de las personas y el aumento de la pobreza.
A raíz de la pandemia Barranquilla fue una de las ciudades en donde más empeoraron las condiciones para las mujeres jóvenes: el 39 % de ellas en 2020 se encontraron sin estudiar ni trabajar, mientras que en 2019 este indicador había sido de 12 %
Las principales razones de la no contratación de la población joven se encuentran en la falta de experiencia laboral, que no pueden adquirir porque nadie los contrata; los roles del cuidado que culturalmente ha sido asignado a las mujeres y que es un trabajo no remunerado; y las responsabilidades domésticas establecidas desde muy temprana edad.
Cabe resaltar que las mujeres representan más de la mitad de la población del país, y la falta de oportunidades y la discriminación por razones de género y edad, tienen impactos económicos y sociales. Por un lado, largos periodos de desempleo generan una depreciación del capital humano y se emite una señal errada de baja productividad a los empleadores; y por el otro, la falta de ingresos impacta la autonomía económica del sexo femenino haciéndolas más vulnerables a cualquier tipo de violencias y privándolas del derecho al acceso a servicios básicos, como por ejemplo, a vivienda digna.
Para avanzar hacia una sociedad más justa y poder dar respuesta al estallido social actual, es necesario realizar intervenciones focalizadas que prioricen aquellas poblaciones más golpeadas por la pandemia. Políticas integrales y diferenciales dirigidas a la población joven, particularmente a las mujeres, son necesarias para el cierre de las brechas descritas.
Es así como se proponen las siguientes estrategias:
1) Desde la educación: a) trabajar en la pertinencia de las carreras universitarias, técnicas y tecnológicas, para que respondan a las necesidades de las empresas locales, y que además proporcionen herramientas al estudiantado para la creación de emprendimiento, así como la formación de habilidades blandas; b) fortalecer la enseñanza del inglés como segunda lengua desde la básica primaria para subsanar las desventajas de graduarse en el sistema de educación pública; c) incrementar programas de becas y créditos educativos en donde se vincule el sector privado para promocionar carreras en ciencias, tecnología e ingenierías, suscitando el ingreso de mujeres jóvenes.
2) Subsidios a guarderías y opciones de cuidado infantil que liberen el tiempo de jóvenes madres para permitirles la inserción al mercado laboral; asimismo, promover horarios de trabajo flexibles para que madres y padres puedan cumplir con las obligaciones de cuidado. La Ley de licencia compartida es un avance en esta materia, pero se debe seguir trabajando en promover culturalmente esquemas de cuidado equitativos para que el peso de las responsabilidades domésticas no recaiga en las mujeres.
3) Fortalecer la educación sexual y reproductiva de la juventud desde la educación primaria para reducir el embarazo adolescente que truncan las decisiones de estudio de jóvenes y dificultan aún más la inserción laboral de ambos sexos.
4) Incluir de manera explícita cuotas de género para otorgar subsidios a la contratación de empleo juvenil y que desde la equidad se promueva la contratación del sexo femenino.
5) Mejorar las herramientas virtuales del Servicio Público de Empleo (SPE) para que facilite el encuentro entre empleadores y potenciales empleados a través de un mejor diseño de su plataforma. En particular, simplificar el uso de la herramienta y agregar filtros que permitan identificar de manera rápida las características de los empleos disponibles (sector económico, horario, requerimiento de habilidades específicas, rango salarial, entre otros) para que la juventud pueda encontrar mejores ofertas laborales.
Como sociedad debemos entender que es necesario el reconocimiento de la importancia de la participación laboral femenina en el trabajo no remunerado, representado en la distribución desigual de las responsabilidades en el hogar, que impiden el acceso a las oportunidades laborales y educativas; de ahí la importancia de la ruptura del techo de cristal, el cual representa los límites invisibles que enfrentan las mujeres para llegar a altos cargos en el contexto laboral. Todo lo anterior se constituye en componentes necesarios para garantizar la inclusión socioeconómica equitativa.
Se requiere, entonces, unir esfuerzos entre el sector público y privado. La automatización de los procesos productivos y las transformaciones del mundo laboral aceleradas por la pandemia requieren del desarrollo de nuevas destrezas, habilidades y competencias que la juventud debe adquirir para incorporarse al mundo productivo y así nivelar la cancha.
Oriana Alvarez Vos
Directora de Fundesarrollo. Economista de la Universidad de los Andes con maestría en Economía de la misma institución, y en Economía Aplicada de la Universidad Autónoma de Barcelona. Candidata a doctora en Economía de la Universidad de Barcelona.
Andrea Otero Cortés
Economista y magíster en economía de la Universidad de los Andes con doctorado en economía de la Universidad de Carolina del Norte, Chapel Hill. En el Banco de la República se desempeña como investigadora junior del Centro de Estudios Económicos Regionales, sucursal Cartagena.