Cuando hablo de política con choferes de taxi no reinsertados, la mayoría dice preferir un mandato presidencial de mano fuerte, elegir un caudillo que ponga orden y discipline al país.

Al verlos al volante de su automóvil no es difícil entender su anhelo compartido de llevar al poder a alguien que se les parezca. Alguien que conduzca al país con el mismo temple con que ellos manejan su automotor.

Otra cosa piensan, con seguridad, los cineastas. Gobernar es, para ellos, como hacer una película. Al principio tienen todo el tiempo para estudiar el relato original o el argumento y luego han de ir apretando hasta construir el guión y adelantar la pre-producción, si es necesario con los aportes imaginativos de mucha gente. En esta fase el director puede concebirse y actuar como un demócrata, pero al entrar a la etapa de producción tendrá la responsabilidad de hacer realidad aquel guión en unas pocas semanas, lo que demandará aplicar una especie de mano fuerte, un sistema de realización duro y exigente que garantice llegar al producto final, la película, en el tiempo y al costo establecidos.

Las extremas se tocan pero también se camuflan. No asumen su espíritu antidemocrático, borran su condición ultra, se disfrazan y declaran ser, mínimo, puro centro, mientras los de centro afirman ser ecuánimes, balanceados, ponderados, rectos, sensatos; utilizar la izquierda tanto como la derecha, según la tarea por ejecutar. Pero una posición de centro puede también quedarse en un inútil statu quo, no utilizando ni la una ni la otra.

El lenguaje, sin duda, otorga ventajas a los derechistas, porque lo derecho tiende a ser sinónimo de correcto: “Estás en tu derecho, camina derecho, ve derechito en la vida, estudia Derecho Laboral”. En inglés, por ejemplo, right es lo correcto. En español, lo derecho es recto, opuesto a torcido.

Notarán que me encanta el juego y también el de palabras, como cuando alego ser izquierdista porque soy zurdo, marzista con zeta por haber nacido en marzo y marxista, así con equis, por amar el humor de Groucho.

En el colegio aprendí a escribir con la derecha en el tablero porque al usar la izquierda me caía polvo de tiza en el elegante saco azul de la santa misa. Y, como el mundo tiende a ser derecho, logré sorprender en una trifulca a cierto atrevido pero ingenuo que no vio venir mi golpe de sorpresa por la izquierda.

Dicen que la oposición derecha-izquierda viene de la revolución francesa, cuando defensores del veto del rey se ubicaron a la derecha del presidente y los que se oponían al veto real lo hicieron a la izquierda.

Disiento, en todo caso. Ya antes de eso, el espacio a la derecha del poder era un sitio de honor. ¿Acaso no sonaba entonces “a la diestra de Dios padre”, un lugar de privilegio, el de Jesús en el cielo?

 

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Left. Nick Fewings: Unsplash.

En el colegio aprendí a escribir con la derecha en el tablero porque al usar la izquierda me caía polvo de tiza en el elegante saco azul de la santa misa. Y, como el mundo tiende a ser derecho, logré sorprender en una trifulca a cierto atrevido pero ingenuo que no vio venir mi golpe de sorpresa por la izquierda.

Por antónimo de diestra se nombra siniestra a la mano izquierda y se le señala una oscura intención, un mal momento, un accidente terrible que cobra seguro. Y así, como el número 13, lo zurdo vive en desventaja social. Casi todos los utensilios, herramientas y diseños manuales han sido fabricados para derechos. Los modelos para zurdos son escasos y han de ser pedidos de modo especial.

Permítanme decir, para terminar, que los zurdos encontramos dificultades en adaptarnos a un mundo al revés y tenemos más posibilidad de cometer errores y causar accidentes, lo que nos exige ser creativos porque, al no poder valernos bien de los mecanismos para diestros, nos esforzamos en crear recursos de adaptación y vencer obstáculos.

Bueno, soy zurdo sí, pero no he estado solo en este mundo. Son y han sido zurdos, a mucho honor, Aristóteles, Juana de Arco, Da Vinci, Van Gogh, Mozart, Beethoven, Napoleón, Charles Chaplin, Demi Moore, Scarlett Johansson, Angelina Jolie, Nicole Kidman, Robert De Niro, Steven Spielberg, Jimmy Hendrix, Paul McCartney, Ringo Starr, Marilyn Monroe, Barack Obama, Rafael Nadal, Diego Maradona, Lionel Messi y muchos de ustedes.

Nadie más ni nadie menos.

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Heriberto Fiorillo

Escritor, editor y gestor cultural. Autor de La Cueva, crónica del Grupo de Barranquilla; Arde Raúl, la terrible y asombrosa historia del poeta Raúl Gómez Jattin; Nada es mentira; Cantar mi pena; La mejor vida que tuve; y El hombre que murió en el bar. Cineasta, guionista y director de Ay, carnaval; Aroma de muerte y Amores lícitos, entre otros. Es director de la Fundación La Cueva y del Carnaval Internacional de las Artes.