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Foto: asambleaciudadana.com

¿Pueden las asambleas ciudadanas participativas mejorar la representatividad de nuestras democracias y mitigar la polarización? Para el excandidato presidencial Humberto de la Calle, sí. Especial para Contexto.

Este escrito parte de una base evidente: la democracia representativa presenta serias disfuncionalidades. Entre las múltiples respuestas, algunas buscan aminorar la brecha entre la ciudadanía y los sujetos supuestamente representados.1

Algunos de los mecanismos se orientan a permitir que en el ejercicio de construcción de las decisiones, se le dé cabida a los ciudadanos de a pie. Una primera instancia, se limita a la preparación de tales determinaciones. Pero también a la hora de resolver, se han propuesto procedimientos de sorteo que integren a personas del común.

Ampliación de los protagonistas en momentos de preparación de las propuestas

Algunas de estas iniciativas se ubican bajo el rótulo de Democracia Aleatoria. Jorge Humberto Botero publicó un escrito bajo ese título en el que describe esta figura. “Consiste en elegir por azar a un conjunto de ciudadanos –cien podría ser una cifra adecuada– que sean representativos de la sociedad teniendo en cuenta género, ocupación, edad, nivel educativo, lugar de residencia, entre otros factores. Ese grupo discutiría, bajo reglas preestablecidas, un conjunto de temas importantes para el país. Para facilitar esas discusiones, se les entregarían documentos que recojan diferentes visiones sobre los temas elegidos y el acompañamiento permanente de expertos neutrales durante las deliberaciones. Los resultados finales se harían públicos. Cabe imaginar que se presentarán muchas diferencias de opinión, aunque, al mismo tiempo, puntos de convergencia y la atenuación de algunas visiones enfrentadas”.

Botero alude a la publicación de The Economist “Citizen’s assemblies are increasingly popular” que reseña la aplicación de esta idea en diversas partes del planeta: Escocia, Francia, Gran Bretaña y Chile. “Allí se anota también que estudios realizados en la Universidad de Stanford demuestran que ejercicios de este tipo pueden mitigar la polarización extrema entre los participantes, un resultado que, para nosotros, sería muy conveniente”.

En la misma línea se cuentan ejercicios en Bogotá y otras ciudades sobre los llamados presupuestos participativos en los que organizaciones de la sociedad civil en el mundo local, intervienen en la selección de prioridades para el gasto público. En el Acuerdo del Teatro Colón se diseñaron también métodos de discusión ciudadana sobre aplicación de fondos públicos, en particular en los municipios designados para los Planes de Desarrollo con Enfoque Territorial. Las propuestas en bruto de las comunidades, subían a niveles técnicos y fiscales, y luego regresaban depuradas para integrar a los pobladores en la fiscalización e, incluso, la ejecución cuando ello fuere posible.

Todos ellos buscan que la toma de decisiones sea producto de una deliberación participativa mucho más detallada y reflexiva que la que permite el simple sufragio. La nuez consiste en la argumentación y la discusión públicas.

La democracia con sorteo genera sospechas y hasta burlas. Algún columnista atacó la idea diciendo que era una aberración obtener el máximo destino de hacer las leyes en una tómbola.

Mecanismos para decidir

La idea sería evitar el enclaustramiento en la burbuja de políticos profesionales. Se ha propuesto, con toda seriedad, revivir el sistema griego de representación por sorteo. Reybrouck2 elabora en profundidad dispositivos refinados sobre el sorteo, como elemento de un sistema birrepresentativo (sorteo y voto), plasmado en diversas instancias, formas de control mezcladas y elementos preparatorios y logísticos que respondan a las críticas principales. Aunque para muchos suene como algo estrambótico, recomiendo examinar el tema en detalle. El mismo autor, además, hace un detallado recuento de experiencias positivas. Ya desde el siglo V a. de C. el Consejo de los 500 y los arcontes eran sorteados y rotatorios. También Fishkin en el Atlantic Monthly toca el tema. Y es preciso mirar las experiencias de Irlanda, Islandia, Países Bajos y otras.

Sé que la democracia con sorteo genera sospechas y hasta burlas. Algún columnista atacó la idea diciendo que era una aberración obtener el máximo destino de hacer las leyes en una tómbola.

Es claro, primero, que la idea es integrar una proporción de personas comunes que lleven su voz al seno de las corporaciones. No reemplazarlas integralmente. Pero en segundo lugar, aquí hay una cuestión muy profunda de filosofía política. Quienes se oponen a estas iniciativas, parten de la base de que el sufragio debe someterse a determinados filtros. En el pasado era la condición de jefes de familia, un determinado patrimonio y saber leer y escribir. Ahora, de manera más sutil, se alude a “determinadas capacidades” en los elegidos para ser dignos del voto popular. En el fondo, es una dinámica que arranca de esas mencionadas formas de sufragio censitario. Se trata de descreer del ciudadano ordinario. La cuestión de fondo es que la democracia parte de la base de la igualdad. Al menos en el oficio representativo (no en tareas especializadas), la voz de todos debe vale por igual. No aceptar esta idea es la fuente de la repulsa que causan estas propuestas. Quizás sea recomendable leer con cuidado La tiranía del mérito de Michael J. Sandel, al menos para abrir la mente en esta materia.

Pero lo que sí es indiscutible, es que ante las deficiencias de la democracia representativa, la peor actitud es no hacer nada.

 

1Un repaso tentativo de esas disfuncionalidades fue abordado por el autor en Memorias Dispersas, Penguin Random House, Bogotá, 2021.

2Van Reybrouck, David. Contra las elecciones. Barcelona: Taurus – Penguin Random House, 2017.

Humberto de la Calle

Abogado y político caldense. Exconstituyente, ex vicepresidente, ex jefe negociador del proceso de paz y excandidato presidencial por el Partido Liberal.