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Foto: Sharon McCutcheon. Unsplash.

En el mes del Orgullo LGBTI, cuatro autores y sendos relatos barranquilleros del amor que no se atreve a decir su nombre.

En el mes del Orgullo LGBTI recordamos cuatro relatos que abordan, de las manos de sus creadores, el tema de la diversidad sexual. Cuatro relatos y diferentes enfoques a propósito de un mundo complejo, intrincado y controversial, como lo es el de las mal llamadas minorías. Importante es resaltar que no todos los autores convocados en este breve artículo son parte de la comunidad gay, lo cual hace aún más interesante la presente selección de relatos.

“Brigitte en el recuerdo”, de Walter Fernández Emiliani

Las visiones de la prensa local sobre la homosexualidad eran las habituales en la sociedad barranquillera de los años ochenta del reciente perodistante siglo XX: una homofobia evidente, un tildar al homosexual de enfermo o pervertido y la abundancia de crónicas rojas, entremezcla de desprecio y burla que convertían en paria a quien osara alejarse del “canón” heterosexual. Por ello sorprende, y quizás fue el fruto de un descuido, que un cuento como “Brigitte en el recuerdo” se publicara en El Heraldo, en 1985. Su autor, Walter Fernández Emiliani (Barranquilla, 1945) era un personaje de la vida cultural de la época. Poeta, cuentista, articulista de prensa, autor de una obra dispersa que no ha sido recogida en libro, Fernández Emiliani en “Brigitte en el recuerdo” escribe un texto Queer, mezclado con algunos temas recurrentes de su trabajo habitual: el tedio existencial, la pérdida de la juventud, el fracaso vital y, sobre todo, los personajes desengañados.

En el cuento, el protagonista sin nombre está sentado en “El Mediterráneo” esperando a una mujer que no llega; de repente al ver a otra, probablemente una mujer de la calle, esta le recuerda de pronto a Brigitte, un viejo amor de su juventud:

“Sin saber por qué, le llegó intacto el recuerdo de Brigitte: el extraño romance de sus veintitantos años, la Brigitte, la loquita antioqueña y medio travesti, de ojos claros, que había conocido en Barranquilla por los lados del teatro Colombia y que le hacía cabalgar sobre la angustia de la semana, en el exilio pueblerino de su año rural en Chinú, Sucre, hasta el mediodía del viernes en que soltaba las amarras desesperadas de su ostracismo amoroso, para emprender el viaje en los destartalados y mugientes buses de madera interurbanos para arrojarse en los brazos frágiles y equívocos de su loquita callejera”.

 

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Ramón Illán Bacca.

“Cómo llegar a ser japonés”, un cuento de Ramón Bacca

La fama le llegó de forma póstuma a Ramón Bacca (Santa Marta, 1938 – Barranquilla, 2021). “El viejo que estaba en todo” también mostró en sus relatos personajes y temáticas LGBTI: Memo Clavel, el pianista equívoco de Deborah Kruel, o Catón Nonato Noguera, protagonista de “Rosas para tu toga, Catón”, son algunos personajes de ese universo pero sobre todo Go Toba, el protagonista del relato “Cómo llegar a ser japonés”.

Go Toba es japonés por decisión propia, así viva “en un país y en un tiempo que no son los suyos”. Pero su Japón es muy particular: un mundo de Ninjas, guerreros samuráis, teatro Kabuki y una sola geisha: él. Un mundo que, al final, es sólo de hombres, algunos para ser servidos y otros para servir.

Enamorado de César, cuya hermana gemela se ha casado con un mafioso, es víctima de un atentado que lo deja inválido y sumido en sus recuerdos:

“Hoy decidí usar el hakama de seda amarilla, cubrirme el rostro de blanco de harina de arroz, pintarme los dientes de negro y usar el alto tocado que corresponde a un noble de la dinastía Heian. He dado varias palmadas para que Socorro venga y me traiga mi álbum de recortes. No ha llegado ella sino mi mamá. No me gusta. Me trata con excesiva familiaridad; no sabe tratar a un noble de mi rango. Le pasé por alto el no haberme hecho la reverencia indicada, y con mi abanico de mano, ilustrado con un paisaje del período Yamatoé, le señalé el rimero de periódicos viejos. Es una mujer torpe, nunca comprende lo que quiero”.

 

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Ramón Molinares.

“La muerte de un adolescente”, por Ramón Molinares

Ramón Molinares (Santo Tomás, Atlántico, 1943) es una leyenda viva de las letras de nuestro Caribe. Quizá, junto a Fanny Buitrago y Jaime Manrique, el último eslabón de un mundo literario que más allá de lo “mágico real” han construido sus universos personales con una serie de libros que entretejen temáticas alternativas que, a la fecha, son materia de interés académico y popular.

En Vergonzoso amor (Collage Editores), el más reciente libro de Molinares, el lector se encuentra con un texto narrado sin maquillaje alguno titulado “La muerte del adolescente”, el retrato crudo de la homofobia reinante en La Guajira en la década de 1980.

Patrocinio Reyes, un ‘macho’ recalcitrante de Villanueva asesina a un hombre en Barranquilla. Después de ocho años tras las rejas regresa a su tierra natal, acompañado de Alfredito, un niño a quien sacó de un burdel y crió como a su propio hijo. El macho guajiro ante los ojos del pueblo se muestra como otra persona, benévolo y tierno, casi como una madre, como lo describe en algún pasaje el mismo Molinares.

Alfredito crece y con él su deseo hacia otro joven llamado Fabio. La oscuridad de un patio cómplice desata las ataduras y el deseo se desboca “como caballos sobre las colinas”. Los amantes son descubiertos en pleno rito amatorio y el padre castigador, quizá gay reprimido, asesina al amante de su hijo. Después nada, la impunidad. Patrocinio ha matado a dos pájaros de un tiro, a Fabio y a sí mismo:

“Primero observó las figuras con curiosidad, después con asombro, y finalmente con estupor: Alfredito tenía el tronco inclinado hacia delante, como en cuatro patas, con las nalgas desnudas y la cabeza apoyada en el tallo de un papayo; y detrás de él, también desnudo de la cintura para abajo, Fabio agitaba su cintura con un vigor que contrastaba con la fragilidad de su apariencia. Avergonzada de lo que veía, la señora Eugenia cerró los ojos; cuando los volvió a abrir, Fabio, suspendido en el aire, en vilo, guindaba de unas manos fuertes que, detrás suyo, le apretaban la garganta. Cuando, con la lengua afuera, el muchacho dejó de patalear y fue lanzado como un pollo flaco contra el tallo del papayo, la señora Eugenia columbró el brillo de los ojos verdes de Patrocinio Reyes”.

Los amantes son descubiertos en pleno rito amatorio y el padre castigador, quizá gay reprimido, asesina al amante de su hijo. Después nada, la impunidad. Patrocinio ha matado a dos pájaros de un tiro, a Fabio y a sí mismo.

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Claudia Lama Andonie.

“Aprender a rodar”, de Claudia Lama

Desde Marvel Moreno no teníamos noticias de una cuentista de calidad como la tímida y talentosa Claudia Lama Andonie (Barranquilla, 1973). Con dos novelas y un volumen de cuentos publicados, la escritura de Lama configura un mundo femenino que busca la liberación total. Mujeres que se arriesgan a romper los moldes del género y se comprometen con ellas mismas.

En “Aprender a rodar”, Ana y Milena se instalan en las inmediaciones de una pista de patinaje. La soledad del lugar es el escenario ideal para que las jóvenes establezcan un sencillo diálogo, a veces interrumpido por el deseo de tocarse y besarse.

A Milena, llena de temores, la asusta la idea de ser descubiertas; por el contrario Ana la invita con cada palabra y cada gesto a que salte desnuda en el vacío, a que rompa la norma y se entregue por completo. Para Milena ese amor es posible solo en algún desolado pasillo, o en la habitación de algún amigo celestino. Milena mira con recelo a esa familia tradicional que llega con sus dos hijas pequeñas a la pista de patinaje. Se siente pecaminosa, vigilada y cree ser un mal ejemplo para los otros. Se ve reflejada en las torpes niñas que luchan para mantenerse en pie mientras dan vueltas por la pista.

Limpia y franca es la prosa de Lama, quien introduce al lector en el mundo lésbico, poco explorado en la narrativa del Caribe colombiano. Un mundo sensual, voluptuoso y húmedo en el que dos mujeres se desean y se temen. Lama demuestra con su prosa que ya nada la ata ni la detiene. Su deseo ha vencido el prejuicio. ¡Y eso hay que aplaudirlo!

“—Quisiera quitarme la ropa —dijo Ana, los ojos resbalando en Milena.
—Te la quito después —le susurró Milena, oculta tras el plato que las abanicaba nervioso. Soltó su mano y suavemente la acarició cerca de la entrepierna.  
—Quítamela ahora… —Ana tomó la mano de Milena y la llevó más adentro.
Nada provocaba más a Milena que ver a Ana desdibujada por el deseo. Saboreó las ganas de dar tumbos en su piel jugosa. Pero alguien podría verlas.
—Aquí no —susurró dejando de agitar el plato.
—No hay nadie, ven…
—Aquí no —suplicó.
Ana se apartó y la miró unos segundos como si estuviera analizándola…
—Está bien —dijo torciendo la boca.
Milena saltó a la mejilla de Ana, la besó tan rápido como se acercó.
—Sudada te ves tan linda”.

John Better

Poeta y escritor barranquillero autor, entre otros, de los libros China White (2006), Locas de Felicidad (2009) y las novelas A la caz(s)a del Chico Espantapájaros (2016) y Limbo (2020).