La Tita Cepeda y Álvaro Cepeda Samudio, dos caribes unidos por el arte y la cultura. Foto: revista Credencial.
En su memoria la Tita Cepeda atesora los recuerdos de la bella época de las andanzas del Grupo de Barranquilla. El periodista y dramaturgo Julio Olaciregui conversó con ella.
La extrema discreción de Teresa Manotas Llinás, conocida en el mundo de la cultura como “Tita Cepeda”, ha ocultado en parte su presencia activa en el Grupo de Barranquilla. Gabriel García Márquez la menciona en sus memorias, así como a otras dos mujeres muy cercanas a ella: la poeta Meira Delmar y la pintora Cecilia Porras.
La publicación en 2021 de un tomo con sus Burbujas de la cultura reveló al gran público la amplitud de sus intereses, su consagración al periodismo cultural, su humor, su erudición. Con motivo de la medalla que le otorgó recientemente la Universidad del Norte, destacando su aporte, durante más de 50 años, al cine, al arte y en general a la cultura del Caribe colombiano, fuimos a conversar con ella.
Julio Olaciregui: ¿Por qué dijiste en tus palabras, al agradecer la distinción que te otorgó la Uninorte, que has sido “juguete del destino”?
Tita Cepeda: Soy juguete del destino, sí, el origen de esta expresión está en Hamlet y otras veces en Romeo y Julieta. ¿Quién iba a predecir que yo recibiría ese honor y esa medalla? He podido nacer en la casa de algún vecino. Nací en una familia a la que le gustaban los libros y la lectura y fue fácil para mi seguir el sendero de las letras. Mi padre, Rafael Manotas, descubrió que me gustaba leer y empezó a comprarme literatura infantil. Luego crezco al lado de dos seres sobrenaturales, Cepeda y Obregón, como quien dice el sentido de las palabras y el sentido de los colores.
J.O.: Ahora comprendemos por qué tus referencias en la vida cotidiana vienen siempre del cine y la literatura, o de la pintura. Sabemos que uno de tus autores preferidos es el irlandés James Joyce y recientemente encargaste varios ejemplares, para obsequiarlos a tus amigos, de la traducción que hizo el argentino Marcelo Zabaloy del último libro que publicó el autor del Ulises, Finnegans Wake. ¿De dónde nace tu interés por la obra de este autor, difícil y entretenido al mismo tiempo y de cuya obra cumbre, Ulises, dice Borges que contiene párrafos que no son inferiores a los más ilustres de Shakespeare?
T.C.: La razón por la cual me gusta Joyce es la menos intelectual posible. Cuando estaba en el internado de las monjas, en el Colegio de Lourdes, participaba en el coro y descubrí que yo cantaba las mismas canciones que cantaba Joyce en el famoso colegio jesuita Clongowes Wood College 50 o 100 años atrás, como lo cuenta en su Retrato del artista adolescente. La liturgia católica se cantaba en latín en esa época. Este detalle abrió mi curiosidad por saber más del escritor.
Tita Cepeda recibe de manos del rector de la Universidad del Norte, Adolfo Meisel, la Medalla Roble Amarillo, como una distinción a su promoción del arte y la cultura por más de 50 años en Barranquilla y la región. Foto: Universidad del Norte.
Mi querida amiga Meira Delmar fue gran amiga del Grupo de Barranquilla, siempre figuraba en las juntas directivas de los proyectos culturales iniciados por ellos.
En una de tus Burbujas de la Cultura, titulada “De cómo Simone de Beauvoir nos cambió la vida”, te refieres, sutilmente, a la manera como el machismo imperante en nuestra sociedad ha ninguneado a la Mujer:
“Ser hombre es normal, la mujer es lo que difiere de lo normal. En esta situación, la mujer no podrá acceder al mundo, no existe. Tiene que luchar hasta conseguir el develamiento de su existencia, su libertad y sus derechos(…) En los años sesenta comencé a leer a Simone de Beauvoir. Me fascinó esa mente lúcida construida a través de la maraña de la familia, sus pensamientos sobre la burguesía, su decisión de abandonarla y vivir su libertad. En ese momento ni mis amigas ni yo sabíamos para qué nos serviría esa libertad. La vida se encargaría de decirnos exactamente para qué”.
Al conocerte y saber del respeto que te profesaban los intelectuales barranquilleros y tus afinidades con mujeres como Meira Delmar, Cecilia Porras, Freda Sargent y Marvel Moreno sentimos la tentación de imaginarnos que también existió, de alguna manera, un Grupo de Barranquilla compuesto por ti y por esas grandes mujeres.
¿Un Grupo de Barranquilla de mujeres? No tengo ni idea. Pero sí les deseo mucha suerte. Puedo hablarte de ellas, pero no como grupo, sino individualmente. Algo que me impresionó siempre en Cecilia Porras era que su espiritualidad iba como por delante de ella. Nunca sentí algo parecido con otras personas. Te hablaba sin hablar. Con sus profundos silencios y su actitud me transmitió la importancia que tenía para una mujer el ser independiente. Las dos veces que intenté independizarme y no seguir viviendo en casa de mi suegra ella me acompañó a mudarme. Nos fuimos a vivir a La Perla. Yo le tenía mucha fe y mucho cariño.
Mi querida amiga Meira Delmar fue gran amiga del Grupo de Barranquilla, siempre figuraba en las juntas directivas de los proyectos culturales iniciados por ellos: la importante revista Crónica, las Bienales de Pintura, el Primer Cine Club de Barranquilla (1950-1963).
No se puede decir que Marvel Moreno haya sido compañera mía en el Colegio de Lourdes. No exactamente, pero siempre estábamos en la misma área y muchas veces terminamos en la misma banca verde de castigo, ahí fue donde nos relacionamos. Porque de alguna manera yo hacía algo que no le gustaba a las monjas, muy fácil, y Marvel hacía alguna barbaridad y terminábamos todas en la banca verde de castigos y ahí empezamos a hablar… Marvel, querida Marvel, tuvo una vida muy difícil, pero bueno, vemos todo lo que salió de ahí, salieron muchas cosas.
Portada del libro que reúne las “Burbujas de la cultura”, columnas culturales de la Tita Cepeda publicadas en el diario “El Heraldo”.
La gran pasión de tu vida ha sido el cine. Trabajaste con Pacho Bottía en varios documentales. Estuviste cubriendo el Festival de Cine de Cartagena durante diez años para el Diario del Caribe. Y muy pocos saben que fundaste en 1986, junto a Jaime Abello, la Cinemateca del Caribe de Barranquilla.
Todos éramos adictos al cine. En mi caso las niñeras me arrastraban con ellas. A los diez años ya había visto Sangre y arena con Rita Hayworth. Cuando me encontré con Cepeda Samudio aprendí que el cine era otra cosa, una cultura y bastante complicada… Discutíamos muchísimo. Con el neorrealismo italiano aprendimos a rodar en las calles, con todo lo que eso significaba. Un Carnaval para toda la vida es el mejor ejemplo.
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Julio Olaciregui
Periodista y dramaturgo. Se inició en el teatro en la Universidad de Antioquia. Fue periodista de los diarios El Heraldo y El Espectador antes de viajar a París en 1978 para estudiar literatura en la Universidad de la Sorbona. Adaptó para el cine La mansión de Araucaíma, de Alvaro Mutis, filmada luego por Carlos Mayolo (1986). Ha publicado Vestido de bestia (1980), Los domingos de Charito (1986), Trapos al Sol (1991) y Dionea (2005). Sus obras de teatro En el cabaret místico (1999), El tango congo se acerca a La Habana (2000) y El callejón de los besos (2009) han sido representadas por actores franceses.