Margarita Garcia

Ilustración: Opipop. Flickr.

Miedo, manipulación y psicología de masas: desde los homínidos en África hasta la era de las redes sociales.

En grupos de humanos a veces surgen de súbito conductas en extremo agresivas: se lincha a un presunto ladrón o al seguidor de un equipo rival. Sucede también que personas en apariencia sensatas enfurecen cuando conversan sobre política, religión e incluso preferencias musicales.

Para tener una mejor perspectiva sobre tales eventos, tanto en individuos como en grupo, conviene recordar historias antiguas del Homo sapiens.

Hace 1.8 millones de años algunos homínidos partieron de África con rumbo nororiental. Hubo varias oleadas Out-of-Africa y se debate sobre sus disparadores, pero todo apunta a cambios climáticos extremos que amenazaron con la extinción por hambre a la humanidad primigenia.

Hace 2.200 años los llamados pueblos del mar abandonaron sus asentamientos euroasiáticos y cual plaga de langostas tomaron rumbo sur. A su paso ocasionaron tal caos y destrucción que la cultura del bronce colapsó. ¿Qué ocasionó tan devastadora migración? El tema se debate con intensidad. Quizá fueron hambrunas ocasionadas por los cambios asociados al gran deshielo del segundo milenio.

En algunas especies no humanas también se dan migraciones masivas súbitas y muy destructivas. Las langostas del desierto son saltamontes que cambian su morfología gregarizándose en grupos enormes, el cambio es súbito y los grupos forman nubes que migran devorando todo lo que encuentran a su paso. Usando simulaciones en mundos virtuales y análisis neurobiológicos los especialistas han aclarado la cuestión: la gregarización surge ante emociones estimulantes, en particular el miedo, luego las nubes migratorias de langostas configuran patrones estables bajo reglas simples de formación de autómatas celulares sin intervención de un liderazgo centralizado.

En la vida real los llamados estímulos apropiados se asocian al terror. Cuando hay hambruna las langostas jóvenes en fase de ninfas se aproximan a sus congéneres para comérselas. El terror que se desencadena ocasiona el surgimiento de grupos e induce un cambio morfológico, de manera que las ninfas se convierten, no en saltamontes, sino en insaciables langostas devoradoras y los grupos inician su migración. Se trata de un comportamiento inevitable e incontrolable.

En los humanos tales migraciones pueden ser inducidas por un liderazgo centralizado. En el año 1095 el Papa Urbano II construyó un poderoso estímulo apropiado: el terror al sarraceno, pleno de imágenes de destripamientos, descuartizamientos, violaciones masivas y destrucción de recintos sagrados. Luego, en nombre de su Dios, azuzó las cruzadas y los francos marcharon como plaga de langostas a aniquilar al islam. No lo lograron pero los odios generados aún perviven.

Un gerente de campaña electoral puede gregarizar a un grupo de votantes usando realidades alternativas que induzcan terror disparando mecanismos biológicos ancestrales que superan las barreras de la racionalidad, el libre albedrío y el autocontrol.

En 1341 el Papa Benedicto XII emitió la carta Gaudeamus et exultamus en la que también usó el terror al sarraceno como estímulo apropiado para azuzar a los portugueses a navegar cual plaga de langostas a depredar y tomar posesión de tierras más allá de Europa aniquilando y esclavizando a sus pueblos originarios. También apeló a la codicia, prueba contundente de que la humanidad estaba superando su animalidad primigenia. Luego, el Tratado de Tordesillas de 1494, la patente dada el 5 de marzo de 1496 por Enrique VII de Inglaterra a los Cabot para ocupar tierras en Norteamérica y el Principio del Descubrimiento sustanciado en la Sentencia Marshall de 1832, terminaron de establecer los fundamentos legales de la toma de América. Señaló el Juez que los derechos de los pueblos originarios a su soberanía completa y a enajenar sus tierras ancestrales habían sido abolidos pues los europeos que habían ocupado el continente aceptaron “el derecho exclusivo del descubridor de apropiarse de las tierras ocupadas por los indios”.

El estímulo puramente biológico del terror, el puramente humano de la codicia, la técnica del azuzamiento y las justificaciones legales ad-hoc de la depredación quizá ayuden a entender mejor cuál es la caja de herramientas que permite inducir el cambio súbito de talante en individuos y grupos sociales para convertirlos en marabuntas irracionales.

Un gerente de campaña electoral puede gregarizar a un grupo de votantes usando realidades alternativas que induzcan terror disparando mecanismos biológicos ancestrales que superan las barreras de la racionalidad, el libre albedrío y el autocontrol. En entornos culturales permeados por el texto audiovisual el azuzador, a veces sin tener conciencia de ello, usa virus lingüísticos a manera de estímulos apropiados que una vez dispersados en la población objetivo la convierten de manera inevitable en un colectivo manipulable. Las leyes no lo impiden. Tal vez sea entonces lícito hablar de radicalización transitoria colectiva reversible. Y así como Urbano II usó predicadores itinerantes, que era la tecnología de comunicaciones más poderosa disponible en su tiempo para dispersar el virus del terror al sarraceno, el azuzador de hoy se vale con eficiencia de influenciadores y redes sociales digitales carentes de regulación.

Dilucidar estos mecanismos biológicos que la evolución de seguro ha otorgado a los humanos, permitiría entender la génesis de conductas colectivas en apariencia irracionales, que es el primer paso para su prevención y control.

Eduardo de la Hoz

Ingeniero y animador de lectura.