En “Comehierro”, su primera novela, John Archbold narra la vida y peripecias de un fisiculturista narciso y mujeriego.
En su ópera prima, el escritor caribe explora viejos temas como la vanidad, la virilidad, el amor, y la ambición, desde la visión de un fisicoculturista tóxico y machista. Entrevista.
La primera novela de John Archbold (1990), Comehierro, publicada por Clu Editores y que fue reconocida en el premio Germán Vargas Cantillo (Barranquilla, 2021), es una aproximación al narcisismo de las nuevas generaciones, abocadas a diseñar constantemente una imagen cortada a la medida de las redes sociales. Pero, más allá de esto, la obra es una exploración y actualización de viejos temas: la vanidad, la virilidad, el amor, la ambición y las inevitables contradicciones con que construimos nuestra personalidad. Edward, el protagonista de esta historia, es un hombre que parece tenerlo todo para ser feliz, y no lo es. Su forma de relacionarse con las mujeres, economizando sus emociones y sentimientos al máximo, y tratando de rescatar para su género un poder hegemónico que ya no detenta, muestra que en realidad está en una constante búsqueda de reivindicación. El personaje es una radiografía del macho residual de estos tiempos, que ya no encuentra en los viejos mecanismos sociales una forma de apoyar ni de perfilar claramente su identidad, por más que quiera empoderarse con un discurso basado en su virilidad. Para recrearlo, Archbold construye un personaje que para la sociedad contemporánea comprometida con la lucha feminista puede llegar a ser tóxico y repelente, lleno de lo que hoy llaman mainsplaining, pero que como dispositivo literario y reflexivo es válido para reflejar la problemática desde adentro. El debate está servido.
Paul Brito: ¿Por qué escogiste la halterofilia como hilo conductor para escribir esta novela?
John Archbold: El gimnasio se convirtió para mí en un entorno de reflexión. Experimenté un profundo proceso de autoconocimiento desde que empecé a entrenar, primero porque me hizo dar cuenta de mis capacidades y ensanchar mis límites físicos, pero también por lo que surgía afuera. Este es probablemente el único entorno en el que te enfrentas a un proceso personal e interior que tiene hondas repercusiones en el exterior, y estas a tu vez empiezan a tener otra incidencia visceral, al ser visto, juzgado y tratado de una forma distinta por las personas que te rodean. Para mí que he sido aficionado a la literatura toda la vida era difícil no fijarme en ello, y al no encontrar respuestas en otros autores supe que tenía que escribir acerca de ello.
P.B.: ¿Por qué te pareció más interesante escribir sobre un personaje heterosexual sin serlo?
J.A.: Probablemente lo que voy a decir será tremendamente impopular, especialmente por el auge que la literatura queer experimenta desde hace años en el contexto latinoamericano, pero yo no encuentro interesante hablar de la homosexualidad, ni desde el punto de vista creativo ni conceptual. El hombre gay por definición no encaja en las dinámicas de este sistema, y por lo tanto se encuentra, en teoría, exento de las demandas del mismo, por lo que es objeto de exclusiones que paradójicamente le permiten construirse desde cierta libertad. Mientras tanto, el sujeto heterosexual, que es para quien este sistema parece hecho, tampoco parece encajar, y eso sí lo encuentro realmente curioso, porque es un síntoma de la artificialidad de nuestro sistema. Edward es un “Frankenstein” construido con pedazos de mis amigos heterosexuales, y sostiene los conflictos y frustraciones que ellos han compartido conmigo en algún momento, y que me parece que yo he podido enriquecer observándolo desde una presunta distancia.
Portada del libro de Archbold, publicado por Clu Editores.
Probablemente lo que voy a decir será tremendamente impopular, especialmente por el auge que la literatura ‘queer’ experimenta desde hace años en el contexto latinoamericano, pero yo no encuentro interesante hablar de la homosexualidad, ni desde el punto de vista creativo ni conceptual.
En tu faceta de crítico literario, has escrito sobre viejas y nuevas masculinidades, ¿qué podrías decir al respecto sobre tu propia novela?
El conflicto de la masculinidad está presente en la novela, así como en toda manifestación de la sociedad y la cultura. Edward es un testimonio del hombre contemporáneo que dice no ser machista, pero que sigue viendo a las mujeres como objeto, que vive en competencia con todo lo que le rodea y que ha cercenado cualquier manifestación sensible en sí mismo, pagando un alto precio emocional. En esta historia lo vemos embebido en su rigidez y hedonismo, hasta que llegue a un colapso que podría ser su salvación… o su caída definitiva. Como dice el comentario de Yulieth Mora en la solapa, la suya es la historia de un Narciso, y ya sabemos cómo termina esa historia.
El mito de Narciso está bien encarnado en tu novela, también el de Sísifo. ¿Con qué otra figura mitológica podrías emparejar al protagonista?
No lo había pensado, pero creo que el trasegar de Edward podría equipararse con el de figuras como Hércules, o su bisabuelo Perseo, quienes tuvieron que ejercer un duro camino de trabajo y sacrificio para aspirar a la divinidad. La gran diferencia es que la meta de Edward, y la que desconoce gran parte de la novela, es un camino hacia su humanidad perdida, o que ni siquiera pudo llegar a vivir, porque las demandas del mundo sobre sí mismo requirieron que ambicionara un orden extraordinario. Su camino debe ser la rebeldía, porque toda la vida se ha esforzado por encajar en unos esquemas que no le pertenecen, y que le han negado el acceso a su verdadero interior.
¿Los caribes somos islas que nos repetimos o nuestras vidas son los ríos?
Creo que en esta novela, aún sin ser explícito, se muestra la esencia del Caribe, continental e insular, con todos sus contrastes emocionales, que fluyen, se estrellan contra la orilla, siempre dinámicos, sin estabilidad alguna. Y ese es un testimonio de un profundo autodescubrimiento que he experimentado en los últimos ocho años cuando la comencé. En ese proceso me di cuenta de que soy tan barranquillero como raizal y guajiro, permeado por una herencia afro que es lo que comunica esas tres experiencias vitales.
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Paul Brito
Escritor barranquillero. Su libro Restos orgánicos de un mundo anterior fue publicado por editorial Seix Barral (Planeta).