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Foto: Dialogue Earth.

A pesar de los sucesivos esfuerzos de paz, Colombia sigue atrapada en una espiral ascendente de violencia. ¿Cómo explicar el fracaso por pacificar a un país?

Este mes entró en circulación el libro del brigadier general (r), Fabricio Cabrera titulado La victoria estratégica. Del Plan Colombia al Acuerdo de Paz (Bogotá, Cries/Fundación Konrad Adenauer, 2024), producto de su tesis doctoral suma cum laude en el Instituto General Gutiérrez Mellao de la Universidad Nacional de España (2023). En esta obra el autor estudia, por una parte, los lineamientos de las políticas de seguridad y defensa nacional de los presidentes Pastrana, Uribe y Santos y, por otra, la “derrota estratégica” que sufrieron las Farc en aquellos años. 

En la presentación de la obra en Bogotá el pasado 14 de agosto, uno de los temas centrales del debate giró en torno al hecho doloroso de que al pasar del acuerdo de paz con las Farc en 2016 el país continuaba inmerso en un clima de violencia generalizada. Desgraciadamente, el discurso pronunciado por el expresidente Juan Manuel Santos el 22 de septiembre de 2016 en el cual afirmó que “Hoy regreso a las Naciones Unidas, en el Día Internacional de la Paz, para anunciar con toda la fuerza de mi voz y de mi corazón que la guerra en Colombia ha terminado”, no se logró materializar y, por el contrario, día a día se agrava la violencia en el país. 

En 1990 se firmó con el M-19 el primer acuerdo de paz con una guerrilla postrevolución cubana en América Latina, el cual inspiró otros acuerdos de paz en la región (Ecuador, El Salvador, Guatemala), estos, a su turno, influyeron en el proceso de paz en Irlanda del Norte (Acuerdo de Viernes Santo, 1998), y en el cese definitivo de la actividad armada (2011) y el desarme unilateral e incondicional y anuncio de disolución de ETA, en 2017. 

Sin embargo, Colombia, pionero en este tipo de procesos de paz, es el único país en el mundo occidental en el cual persisten grupos armados derivados de las guerrillas de los años sesenta; el ELN y los grupos disidentes (Estado Mayor Central) y reincidente (Nueva Marquetalia) de las Farc, que conservan un –cada vez más débil– barniz político. 

¿Cómo explicar este fracaso en el logro de la paz interna después de años y años haciendo sucesivos esfuerzos de paz? Sin duda, los factores son múltiples. A mi modo de ver, en la obra del general (r) Fabricio Cabrera encontramos una de las claves de esta dolorosa decepción: la ausencia de una estrategia de seguridad y defensa nacional de largo aliento, la cual, según la analista Rebecca Friedman, reside “en la capacidad de los líderes de una nación para reunir todos los elementos, tanto militares como no militares, para la preservación y mejora de los intereses de una nación en el largo plazo (esto es, en tiempos de guerra y en tiempos de paz)”. 

En efecto, el general Cabrera sostiene que nuestro país ha adolecido de una “gran estrategia” de defensa y seguridad nacional y, por el contrario, lo que ha predominado han sido los planes diseñados por cada gobierno de acuerdo con sus perspectivas y prioridades. Es decir, las visiones cortoplacistas han sustituido los planes de largo aliento. 

Gabriel García Márquez decía que en Colombia “todos los presidentes traen una fórmula de paz bajo el brazo”. Parafraseando a nuestro premio Nobel de Literatura podríamos decir que en Colombia “todos los presidentes traen una fórmula de seguridad y defensa nacional bajo el brazo”, como se puede observar en el cuadro siguiente: 

El concepto de “gran estrategia” nació debido al impacto que produjo la Segunda Guerra Mundial, conflicto bélico que condujo a múltiples analistas y líderes políticos en todo el mundo –particularmente en las naciones más desarrolladas– a proponer el diseño de una política de defensa y seguridad nacional debatida ampliamente de manera interna, es decir, que en vez de las políticas de seguridad definidas de “arriba hacia abajo” (top-down), se priorizaba un modelo de “abajo hacia arriba” (bottom-up) con el objeto de generar un consenso nacional en torno a una definición de las líneas de acción en este complejo tema, a largo plazo. 

En Europa, bajo la influencia de la Gran Bretaña que en 1957 aprobó su primer Libro Blanco (Defense White Paper), la experiencia se fue extendiendo a todo lo largo y ancho de Europa, y hoy en día los 32 Estados miembros de la OTAN deben disponer de uno, el cual, debe ser de público conocimiento para generar confianza mutua. Un logro destacable en un continente que vivió con intensidad extrema las dos primeras guerras mundiales.

Esta experiencia también llegó a nuestro continente. En efecto, la Organización de Estados Americanos (OEA) no fue inmune a este proceso y en una reunión efectuada en 2002 en Georgetown, Barbados, se aprobó una resolución titulada “Adopción de los lineamientos sobre la elaboración de documentos sobre políticas y doctrinas nacionales de defensa” CP/RES. 829 (1342/02), mediante la cual se le solicitaba a todos los Estados de la región la elaboración de un Libro Blanco. Algunos Estados acogieron esa solicitud (tales como Chile, Ecuador, Perú, Bolivia, México), pero, en general la experiencia no ha sido muy exitosa, y en Colombia en particular el tema ni siquiera ha merecido un debate en profundidad. 

Gabriel García Márquez decía que en Colombia “todos los presidentes traen una fórmula de paz bajo el brazo”.

Portada del libro del general (r) Fabricio Cabrera, publicado por Cries y la Fundación Konrad Adenauer.

A pesar de la ausencia de un Libro Blanco en nuestro país, el general Cabrera no asume una postura totalmente negativa. Sostiene que, a pesar del vacío de una “gran estrategia”, el diseño de los planes de seguridad y defensa nacional durante los gobiernos que estudia, los de Pastrana, Uribe y Santos, dejan valiosas enseñanzas que se pueden rescatar hoy en día. Según los términos de la prestigiosa Escuela de Copenhague, Pastrana y Uribe se apoyaron, ante todo, en modelos de segurización (securitisation) y Santos en un modelo de desegurización (desecuritisation), aun cuando unos y otros compartían dos objetivos en común: un mejor y mayor control del territorio con apoyo de la población y el logro de la paz. El autor subraya, además, que bajo el gobierno de Juan Manuel Santos se añadió un escalón adicional al incorporar dos nociones claves, seguridad humana y seguridad multidimensional, en aras de alcanzar una paz negociada.  

Además, añade que con avances y retrocesos, se ha ido consolidando  en el país el diseño de estrategias híbridas de seguridad nacional, mejorando la capacidad de prevención, disuasión, detección y respuesta frente a los modelos de guerras híbridas que vienen adelantando los actores armados no estatales asociados con organizaciones criminales multinacionales. Es decir, estrategias que combinan guerra irregular, terrorismo, cibercriminalidad, tráfico ilegal, etc., e intentan consolidar dominios territoriales (o “gobernanzas criminales”, como las denominan muchos autores), ante todo en las fronteras marítimas y terrestres del país. 

A pesar de estos avances, la ausencia de una “gran estrategia”, es decir, de una visión a largo plazo de la seguridad nacional está debilitando la capacidad de las Fuerzas Militares. Basta señalar el estado de postración en que se halla nuestra flota de aviones de combate multipropósito K-fir, claves para garantizar la defensa nacional y de los cuales solamente una cuarta parte se hallan en operación, los helicópteros Mi-17, fundamentales para el transporte y protección de tropas, de los cuales más de la mitad están en bodegas, y un largo etcétera. 

Podríamos añadir, además, el grave riesgo que corre el país con la legalización de hecho de las guardias indígenas, campesinas y cimarronas, es decir, la privatización de la seguridad y el ahondamiento de la pérdida del monopolio estatal legítimo de la fuerza.

Por ello, es urgente que el gobierno y el país escuchen el llamado de atención que hace el general Cabrera en esta importante obra a favor de una “gran estrategia” para la defensa y la seguridad nacional. 

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Eduardo Pizarro Leongómez

Profesor emérito de la Universidad Nacional de Colombia.