La adaptación de “Cien años de soledad” es una de las producciones audiovisuales más ambiciosas de la historia de América Latina. La serie tiene 16 capítulos. Foto: Netflix.
A propósito de la adaptación audiovisual de la popular obra de Gabriel García Márquez.
Durante toda su vida, Gabriel García Márquez se negó a que Cien años de soledad se convirtiera en una producción cinematográfica. A medida que el éxito de la novela aumentaba, las propuestas de llevarla al cine se hacían cada vez más frecuentes. Rechazó al cineasta italiano Francesco Rosi aduciendo que sus soluciones eran más literarias que visuales; rechazó a Anthony Quinn, que le ofreció un millón de dólares, y este no aceptó la contrapropuesta del escritor que pidió dos millones, uno para él y otro para la revolución socialista latinoamericana; rechazó a Francis Ford Coppola que insinuó el deseo pero no hizo ninguna propuesta.
Los argumentos del escritor colombiano eran poderosos:
“La razón por la que no quiero que Cien años de soledad se haga en cine es porque la novela, a diferencia del cine, deja al lector un margen para la creación que le permite imaginarse a los personajes, a los ambientes y a las situaciones como ellos creen que es […] En cine eso no se puede […] la cara es la cara que tú estás viendo, la imagen es de tal manera impositiva que tú no tienes escapatoria, no te deja la mínima posibilidad de creación. Prefiero que mis lectores sigan imaginándose mis personajes como sus tíos y mis amigos y no que queden totalmente condicionados a lo que vieron en pantalla.”
Tal vez esta postura responde a una de las aspiraciones de los escritores del boom latinoamericano que pretendieron que los lectores participaran activamente en el proceso creativo literario, para lo cual empezaron a experimentar con recursos técnicos y lingüísticos en algunas de sus obras, por ejemplo, Rayuela, la mítica obra de Julio Córtazar, puede ser leída sin un orden preestablecido en sus capítulos; es frecuente el uso de jitajánforas, jeringonzas o jergas; la ausencia de signos de puntuación o de diálogos, entre otras.
La literatura produce un placer sobrecogedor propio de la imaginación excitada que encuentra una puerta o una ventana para escapar de la realidad, para luego volver a ella transformándola. Por eso los libros no pasan de moda y la lectura sobrevive aún en medio de un momento histórico donde escuchamos decir y repetimos que ya nadie lee. Solo el lenguaje poético escrito puede conducirnos con exactitud al terreno de lo imaginado.
Sin embargo, durante una entrevista concedida a Lídice Valenzuela en 1987, García Márquez afirmó que veía Cien años de soledad más como una serie de televisión, en diez años, sin adaptación.
Sobre la adaptación cinematográfica de “Cien años de soledad”, afirmaba García Márquez: “En cine no se puede: los personajes tienen la cara de Anthony Queen, de Sophia Loren o Robert Redford. Es inevitable y es muy difícil que un abuelito de nosotros se parezca a Robert Redford. Entonces he preferido dejarle a los lectores: literatura es literatura y cine es cine”.
Gabo y el séptimo arte
El Nobel de Literatura 1982 fue siempre cercano al cine. A su llegada a El Espectador y antes de convertirse en el reportero estrella, García Márquez hacía crítica de cine, esto le permitió adquirir conocimiento y experticia en la apreciación del séptimo arte. Luego, durante su estadía en Europa viajó a Italia con la intención de estudiar en la Escuela Nacional de Cine de Roma, interesado en conocer de cerca el Neorrealismo italiano, que sería una de las grandes influencias en su obra literaria.
Posteriormente, a su llegada a México, trabajó adaptando guiones de cine junto a Carlos Fuentes quien así recordaba la experiencia:
“En esa época, él y yo fabricábamos guiones de cine demostrando nuestra verdadera vocación cuando nos deteníamos horas en colocar una coma o en describir el portón de una hacienda. Es decir, nos importaba más lo que se leía, no solo lo que se veía.”
Semanas más tarde, García Márquez le preguntó a Fuentes: ¿Qué hacemos?, ¿salvar al cine mexicano o escribir nuestras novelas? Escribir Cien años de soledad le costó a su autor diecisiete años para madurar la idea y catorce meses de encierro y penurias para escribirla.
Durante una entrevista concedida a Lídice Valenzuela en 1987, García Márquez afirmó que veía Cien años de soledad más como una serie de televisión, en diez años, sin adaptación.
Cien años de soledad es una obra compleja pues sintetiza el universo literario garciamarquiano en un gran rompecabezas que aporta una mejor perspectiva a las ficciones anteriores, mientras cuenta la historia completa de un mundo, desde su origen hasta su desaparición, conjugando la realidad social al describir a Macondo y sus transformaciones; la realidad familiar al referir la historia de la estirpe Buendía, y la realidad individual al narrar la vida de cada individuo que hace parte de esa familia, fusionando lo real y lo fantástico: el realismo mágico.
Entonces, ¿cómo ver la serie de Netflix sin frustrarnos en el intento?
Lo primero es comprender que la serie de televisión es una adaptación o una interpretación visual del texto literario, no su reflejo exacto. La única forma que existe para disfrutar Cien años de soledad es leyéndola. Las obras audiovisuales tienen un lenguaje propio que prioriza aspectos distintos a lenguaje escrito, y no siempre trasmite la riqueza narrativa o simbólica del texto. Es probable que algunas escenas sean modificadas, o eliminadas. Esto responde a decisiones creativas de los productores que buscan ajustar una novela tan compleja a un formato visual que es limitado.
Es recomendable acercarnos a la serie separando la experiencia literaria de la audiovisual, sin comparar una con otra, valorando lo que cada medio aporta para acercarnos a la esencia del realismo mágico y, sobre todo, volver a leer la novela después.
Querido lector: nuestros contenidos son gratuitos, libres de publicidad y cookies. ¿Te gusta lo que lees? Apoya a Contexto y compártelos en redes sociales.
Carlos Luis Liñán-Pitre
Valledupar (1983). Abogado y filósofo con Maestría en Estudios Americanos de la Universidad de Sevilla, profesor de la UDES, Campus Valledupar. Premio «Galo Bravo Picazza» como columnista del año 2023, entregado por el Círculo de Periodistas del César y Sur de La Guajira.