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Carolina Deik Acosta-Madiedo en compañía de su esposo, Carlos Fernando Galán, alcalde electo de Bogotá.

La barranquillera, esposa de Carlos Fernando Galán, dialogó con Contexto de su infancia, sus orígenes familiares, y el reto de ser la Primera dama de Bogotá.

Carolina Deik Acosta-Madiedo creció en un edificio en donde vivía casi toda su familia, un ambiente seguro y tranquilo. Su infancia transcurrió entre hallacas, tambores y tradiciones familiares que son el sustento de su vida, la base afectiva para una exitosa carrera profesional. En un par de meses pasará a ser la primera dama de Bogotá, su esposo Carlos Fernando Galán ganó las elecciones de la capital del país de manera contundente, y ella será su apoyo en este nuevos desafío. 

La barranquillera es una prestigiosa abogada. Estudió en la Universidad Javeriana, hizo una maestría en Harvard y un doctorado en la Sorbona, centros educativos donde siempre fue becada. Es directora de una firma de abogados y profesora en las universidades de Los Andes, Javeriana, Externado y Santo Tomás, así como autora y coautora de artículos y libros sobre distintos temas relacionados con el Derecho. 

Cristina Said: ¿Cómo recuerdas tu infancia en Barranquilla? 

Carolina Deik: Bueno, mi infancia fue muy feliz, muy tranquila, yo crecí en un edificio donde todavía viven mis papás, que había hecho mi abuelo, que es arquitecto. Todavía allí vive mi abuelo, tuve la fortuna de que en el mismo edificio vivíamos casi todos los miembros de la familia. Entonces, en el primer piso estaban mis abuelos, en el segundo piso una tía, en el tercer piso estábamos mis papás y nosotros. Después se mudó mi otra abuela, la mamá de mi papá, él se la trajo también para el mismo edificio cuando ella enviudó por segunda vez. Una tía abuela vivía en el primer piso, luego un tío se mudó también. Mejor dicho, siempre el edificio fue como la zona de reuniones permanentes, entonces yo me la pasaba de un apartamento a otro, muy libre, muy tranquila, pues era muy poca la gente que no era familia que vivía allí.  Eso me dio un ambiente de tranquilidad, de seguridad. 

Aquellas tradiciones familiares me marcaron, dejaron una hermosa huella. Las fiestas de fin de año y navidades eran siempre donde mi abuela, repartíamos regalos para todos. Bajábamos a rezar la novena donde ella. Era una cosa muy bonita, eso creo que me marcó, me marcará toda la vida y creo soy muy familiar por ello. 

C.S.: ¿Cómo eran las costumbres de tu casa? 

C.D.: Por ejemplo, en Año Nuevo tenemos la tradición de las 12 uvas, del billete en el zapato izquierdo, de la ropa interior amarilla, de salir con la maleta a darle la vuelta de la manzana. Agüeros de Año Nuevo” en los que siempre estábamos juntos. Prendemos velitas, en Barranquilla, se celebra mucho el Día de las Velitas. Bueno, varias costumbres muy barranquilleras. Yo soy muy carnavalera, siempre me ha encantado el Carnaval. Cuando yo era chiquita salíamos con mis papás en la comparsa del Garabato, luego mi mamá decidió que ya no quería salir más. Empecé a salir entonces en la Batalla de flores, que también me encanta. Todavía salgo con mis amigas en cualquier comparsa en la que me logre meter. 

Háblanos de la salida de Chile de tu familia durante el gobierno de Salvador Allende?

Mi papá salió de Chile en el año 70. Mi abuelo tenía una fábrica de llantas, ellos hacían la lona para la parte interna de las llantas Goodyear. Luego el gobierno les interviene la fábrica y todo empezó a perder valor, mi abuela había enviudado, entonces les tocó venirse para Colombia. Como las cosas habían perdido valor en Chile, vinieron con muy poco dinero y fue gracias a un hermano de mi abuela, Reinaldo Jassir, y su familia, que se pudieron establecer aquí. Esa salida de Chile fue muy difícil, pero la llegada a Colombia fue muy fácil por todas las muestras de cariño. Yo creo que eso permitió que para ellos no fuera traumático y que pudieran empezar de nuevo. Así que mi papá empezó a trabajar muy joven porque tenía que ayudar a mi abuela y a mi tía, pues lo habían perdido casi todo. Mi papá desde muy joven vendía camisetas, papas fritas, lo que podía en el colegio para ayudar a mi abuela.

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Familia que vota unida, permanece unida. Carolina acompañada de Carlos Fernando Galán y sus hijos el día de los comicios. Foto: Juan Carlos Sierra.

Me muevo entre el litigio, la consultoría y la cátedra universitaria, y eso también me obliga a viajar.  

Eres una abogada y académica versátil, ¿cómo empezaste en el mundo del Derecho? 

Yo empecé a trabajar desde muy joven, desde la universidad, porque estaba en Bogotá viviendo sola y estudiando con una beca que solo cubría la matrícula. Entonces, para no ser una carga demasiado grande, empecé a trabajar en firmas de abogados, investigando, como dependiente judicial. Yo era la que iba a los juzgados y revisaba los estados, en fin. Eso me ayudó a coger práctica desde muy temprano y a independizarme rápido. Siempre he sido muy independiente en ese sentido. Luego trabajé en una firma de abogados que se llama Palacios Lleras y ahí trabajé con Hugo Palacios que fue mi mentor, me enseñó casi todo lo que sé, un señor espectacular. Allí fui ascendiendo, ellos fueron muy generosos conmigo. Yo empecé como junior, luego fui asociada, luego socia, después fui gerente jurídica, luego me independicé y ahí monté mi firma en el 2020 que se llama Deik Acostamadiedo Abogados. Es una firma boutique de asuntos de derecho público, derecho a la competencia y responsabilidad fiscal, principalmente, tenemos otras áreas de práctica, pero esas son las tres más fuertes. Me gusta mucho trabajar, fui muy buena en la universidad, me gusta mucho el Derecho, además soy profesora. Me muevo entre el litigio, la consultoría y la cátedra universitaria, y eso también me obliga a viajar.  

¿Y el manejo del tiempo?

Mi mamá ha sido de gran apoyo con los niños cuando he tenido picos de trabajo y me toca viajar a dictar clases de postgrado, para que Carlos no quede solo si se encuentra enredado. 

Además, te quiero contar que yo de pequeña vendía limonada, brownies y galletas en la puerta del edificio. Me hacía en la entrada del edificio con una mesita que mi abuela había pintado, ella era pintora, entonces me pintó una mesa especial para que yo pudiera vender ahí mis cositas. El celador se sentaba conmigo en la puerta toda la tarde. Desde niña me gusta inventar proyectos.

Eres una mujer costeña que pronto será Primera dama de Bogotá, ¿qué planes tienes? 

La verdad no es que tenga muchos porque he estado muy entregada a la campaña, a mi trabajo y a los niños. Lo que necesite mi esposo ahí estaré acompañándolo, ayudando en lo que pueda, siempre dándole consejos. Ayudaré a que pueda dejar un legado como el que él quiere para Bogotá. 

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Cristina Said

Periodista, especialista en Desarrollo Organizacional y Procesos Humanos de la Universidad del Norte.