Con sus investigaciones sobre el poblamiento del Bajo Magdalena, Carlos Angulo Valdés ayudó a revelar los orígenes de los asentamientos humanos en el Caribe colombiano.
Perfil de un pionero de la antropología cuyo legado es fundamental para comprender el poblamiento del Caribe.
Hace 20 años el Caribe colombiano perdía a uno de las figuras más importantes de la arqueología regional. Sin embargo, su legado sigue vigente a través de su producción intelectual, así como en la consolidación de dos importantes colecciones arqueológicas, una en la Universidad del Atlántico, la otra en la Universidad del Norte, en Barranquilla. Esta es su historia.
Carlos Angulo Valdés, nacido en Baranoa en 1914, formado profesionalmente como licenciado en Ciencias Sociales en la Escuela Normal Superior de Colombia, y antropólogo por el Instituto Etnológico Nacional, comenzó su carrera académica e investigativa en 1947. Apenas graduado se le presenta la oportunidad de regresar al Caribe, a través de un ofrecimiento que le hizo el rector de la recién fundada Universidad del Atlántico, Rafael Tovar Ariza. En la sede de Bellas Artes, en el bario El Prado, construyó, con mucho esfuerzo, tres cosas fundamentales: el Instituto Etnológico del Atlántico, la revista Divulgaciones Etnológicas y el Museo de Antropología. Es decir, creó una plataforma para respaldar la investigación arqueológica, una publicación científica para difundir sus resultados y un museo para divulgar, al gran público, el variado y rico pasado de la región.
Llama la atención que su interés se haya concentrado casi exclusivamente en el Departamento del Atlántico. Un límite territorial arbitrario y contemporáneo que nada tiene que ver con las actividades humanas del pasado. Esto limitó su perspectiva regional, a pesar de su formación de geógrafo, pero le permitió profundizar en el pasado prehispánico de la cuenca baja del río Magdalena.
Sus primeras publicaciones lo apuntalan como un referente académico en la región. Colecciones arqueológicas superficiales de Barranquilla y Soledad (1954) y Arqueología de Tubará (1955) se convierten en material de consulta obligado para una disciplina que empieza a generar un corpus de información básica, mediante el abordaje científico de las evidencias humanas del pasado.
Podría afirmarse que Angulo Valdés fue un arqueólogo de la periferia si lo vemos desde la perspectiva del interior del país; sin embargo su trayectoria y relaciones profesionales lo llevaron a mantener una fluida y profusa comunicación con sus colegas en Estados Unidos (Betty Meggers y Cliford Evans), República Dominicana (Marcio Veloz Maggiolo) y Venezuela (Iraida Vargas y Mario Sanoja). Su reconocimiento académico se dio a nivel internacional, participando en numerosos encuentros de arqueología del Caribe que le permitieron compartir y contrastar los avances y resultados de sus investigaciones, ubicando a Colombia como un país caribeño, más que andino, desde una perspectiva arqueológica.
Bandeja ceramica zoomorfa de la Tradición Malambo.
La tradición Malambo, como Angulo denominó a un estilo cerámico de vasijas muy bien elaboradas, con diseños zoomorfos y decoración incisa, marca un hito importante en la arqueología del Caribe colombiano. Se trata de un asentamiento prehispánico cuya fecha de radiocarbono la ubica tres mil años atrás. Además de ello se suma la presencia de un trigonolito o cemí, que se ha asociado tradicionalmente con el cultivo de yuca amarga.
Su paso por la Universidad del Atlántico terminó en 1963, habiendo cumplido la tarea: un museo, un instituto de investigación y una reconocida publicación científica. Lamentablemente ese esfuerzo no tuvo continuidad: el museo está cerrado y en proceso de renovación desde hace varios años, el instituto desapareció, y con él la investigación, y la revista perdió su continuidad. Decidió retirarse de la vida académica hasta que en 1974 es contratado por una institución que estaba comenzando, la Universidad del Norte. En Uninorte crea el laboratorio de arqueología en 1977 y retoma su actividad científica, con el respaldo de la Fundación de Investigaciones Arqueológicas Nacionales y otras organizaciones que deciden financiar la reactivación de sus proyectos.
Con el nuevo respaldo institucional parece encontrar un nuevo aire. Maduro y con una carrera consolidada, retoma y adelanta trabajo de campo en la Ciénaga Grande de Santa Marta, el Valle de Santiago, la ciénaga de El Guájaro y el municipio de Malambo, quizás su investigación más icónica, por varias razones. Veamos algunas de ellas.
La tradición Malambo, como Angulo denominó a un estilo cerámico de vasijas muy bien elaboradas, con diseños zoomorfos y decoración incisa, marca un hito importante en la arqueología del Caribe colombiano. Por un lado se trata de un asentamiento prehispánico cuya fecha de radiocarbono la ubica tres mil años atrás. Además de ello se suma la presencia de un trigonolito o cemí, que se ha asociado tradicionalmente con el cultivo de yuca amarga. Son estas particularidades, además de la evidente similitud estilística entre la cerámica de Malambo con aquella del bajo Orinoco, denominada Serie Barrancoide, lo que hace que Angulo decida retomar sus investigaciones en este municipio casi dos décadas después.
A finales de la década de 1970 logra retomar el trabajo en Malambo, consigue ampliar la muestra cerámica, estudiarla con mayor detalle y precisar su cronología absoluta. Sus interpretaciones lo llevan a afirmar que el sitio corresponde al primer ejemplo de vida aldeana en el Caribe colombiano, sugiere que la domesticación de la yuca brava se da en esta región del país y propone un movimiento poblacional desde el norte de Colombia hacia el bajo Orinoco, basado en las similitudes de los diseños cerámicos en ambos lugares. Ahora sabemos, por las investigaciones paleobotánicas, que la yuca amarga fue domesticada en la Amazonía, 9000 años atrás, y que su difusión por el Caribe se da a través de la cuenca del Orinoco, lo que muy probablemente llevaría a afirmar que la relación que propuso va en sentido contrario, es decir, del bajo Orinoco al bajo Magdalena. Lo que sí está claro es que esta relación ha sido confirmada con recientes estudios de ADN antiguo, adelantados en restos humanos excavados por Angulo en el departamento del Atlántico. Genéticamente se ha podido identificar una mutación que tiene su correlato en poblaciones actuales del norte de Venezuela.
Además de su producción científica, tenemos una interesante colección arqueológica, alguna de ella fruto de sus propias investigaciones, que permanece en custodia de la Universidad del Norte. Una colección que ha venido siendo estudiada a partir de los avances de la ciencia, aportando nueva información para comprender los complejos procesos sociales que se dieron en el Caribe en el pasado, y que ha servido para difundir este conocimiento, como él habría querido, a través del Museo Arqueológico de Pueblos Karib –Mapuka, que reconoce el aporte de este pionero de la arqueología del país a la construcción de las identidades que conforman el Caribe colombiano.
Este año, el nuevo laboratorio de arqueología de la Uninorte ostentará su nombre y seguirá adelante con el camino que trazó, para que las generaciones futuras, aprendan y se apropien de su pasado.
Juan Guillermo Martín
Antropólogo de la Universidad Nacional de Colombia, con doctorado en patrimonio histórico y natural de la Universidad de Huelva, España. Es director del museo Mapuka de la Universidad del Norte.