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Foto: Periódico UNAL.

Los territorios avanzan a buen ritmo cuando tienen una cultura adaptativa; un recurso humano educado y altamente calificado.

Cada gobierno que llega al poder suele darle prelación al desarrollo de los territorios más atrasados del país. Y de esta priorización surgen los llamados programas de emergencia e importantes inversiones económicas orientadas a mejorar las condiciones de vida de los habitantes de esos lugares. 

Sin embargo, los gobiernos vienen y van, el tiempo pasa, y el progreso no se nota en las regiones atrasadas del país. Se podría decir que las políticas públicas e inversiones que han venido realizando los gobiernos históricamente no logran incidir en los factores que determinan el desarrollo territorial.

Factores que en el enfoque de cambio territorial se sintetizan en los recursos, bien sean económicos, naturales o creados, y, mayormente, en la capacidad local. Aunque algunos actores integran los recursos a la capacidad local porque su aprovechamiento y fortalecimiento depende de ella.

Esta capacidad está constituida esencialmente por el tipo de cultura del territorio, el nivel de desarrollo de su recurso humano, de su capital social e institucional. Cuatro atributos locales que emergen del constante aprendizaje de los individuos, comunidades y organizaciones asentadas en cada lugar.

Estos atributos básicos determinan el ritmo, la intensidad y el radio de acción del cambio territorial, así como la escala y grado de complejidad de las iniciativas de cambio que se pueden llevar a buen puerto en el territorio. O sea, la capacidad local puede acelerar o ralentizar el desarrollo de los territorios.

En efecto, sabemos que los territorios avanzan a buen ritmo cuando tienen una cultura adaptativa; un recurso humano educado y altamente calificado; un alto nivel de confianza, cohesión y colaboración social; así como entidades y organizaciones respetables y eficientes, orientadas a la excelencia.

¿Qué podemos hacer para desarrollar la capacidad local? Y el primer paso en la dirección correcta es tener un sistema educativo de altísima calidad. Una fórmula que se ha probado con éxito en todo el mundo: si se mejora la calidad educativa se incrementa la capacidad de cambio territorial.

Pero, ¿no es precisamente este el denominador común que caracteriza a nuestras ciudades y regiones? Más bien, sobreabundan las localidades y territorios con capacidades rudimentarias, que desaprovechan los recursos existentes y se les dificulta producir transformaciones locales significativas.

El punto aquí es, ¿qué podemos hacer para desarrollar la capacidad local? Y el primer paso en la dirección correcta es tener un sistema educativo de altísima calidad. Una fórmula que se ha probado con éxito en todo el mundo: si se mejora la calidad educativa se incrementa la capacidad de cambio territorial.

Desafortunadamente, las regiones más atrasadas, las de menor capacidad local, también tienen los peores subsistemas educativos. Lo que sitúa a estos territorios en una especie de círculo vicioso: La Educación mediocre genera baja capacidad local y la baja capacidad conduce a una Educación mediocre. 

Esta es tal vez una de las principales barreras que se opone al cambio territorial y uno de los mayores desafíos del Estado, que tiene el imperativo de tomar medidas disruptivas para transformar ese círculo vicioso en un verdadero círculo virtuoso que promueva el desarrollo de las capacidades humanas.  

Necesitamos que el gobierno nacional y local invierta, con sabiduría y buen tino, en la mejora de la calidad de la Educación pues es la inversión más costo eficiente, y de mayor tasa de retorno social, que se puede hacer en los territorios más atrasados del país. Se trata de aprender más para hacer más.

¿Cómo podría nuestra sociedad no hacerse cargo de ello? Solamente una educación de calidad puede moldear positivamente la cultura, y desarrollar las capacidades humanas, sociales y organizacionales que se necesitan para transformar un territorio.  

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Julio Antonio Martín Gallego

Magíster en educación, especialista en filosofía contemporánea e ingeniero mecánico de la Universidad del Norte. Investigador y consultor especializado en procesos de cambio educativo y aprendizaje organizacional.