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Desde la radio Braulio de Castro escribió un importante capítulo de la historia cultural de Barranquilla.

Recordando al arquitecto de la cultura del rock en Barranquilla a través de su programa radial “Tiempos de rock”. Una vida dedicada a la gestión cultural.

Bajo la premisa de que toda buena película carga encima una inolvidable banda sonora, el cinéfilo y melómano de cultura ecuménica Braulio de Castro (1950-2011) eligió el tema de la cinta Blue Collar como fondo sonoro del cabezote que haría inolvidable a Tiempos de rock. Un programa musical que estuvo al aire a lo largo de más de dos décadas y que en uno de sus tantos episodios, y con la banda de Captain Beefheart como acompañante, Braulio comenzaba así:

Esta es nuestra música para la guarida de un soltero, el sonido de la soledad se aumentó hasta el máximo volumen.

Y el volumen de la soledad aumentó mucho más, luego de su fallecimiento. Su voz era espesa, suave, y de una solemne gravedad amistosa, así quedó registrada en los magnetófonos de la historia de las emisoras en Colombia; Braulio, con sus vibraciones vocales en su legendario programa radial Tiempos de rock, trató de dar dignidad y altura a una pasión contemporánea, digna de culto en el Partenón de las Bellas Artes.

Con una carrera de medicina abandonada a poco de terminarla, Braulio no perdió de vista que la música y el cine son medicinas necesarias para curar el alma; y como arquitecto de profesión, niveló el terreno –With a Little help from my friends– para la cultura del cine con el proyecto juvenil del Cine Club Barranquilla. A este agregó algunos sueños de celuloide sobre los cuales se edificó la esperada con paciencia Cinemateca del Caribe.

La labor de introducir la cultura rock a través de la radio con Tiempos de Rock, fue mucho más estridente que cualquier guitarra y más diciente que cualquier alarido gutural en el Parque Washington o Parque Venezuela en la década de los 70.

“…Y fue gracias a Braulio que se programó un ciclo con las películas de The Beatles que abarrotó por primera vez el Cine Lido y que fue un éxito rotundo nunca antes visto en la historia del Cine Club”, cuenta su amigo el poeta barranquillero Miguel Falquez-Certain.

En medio del fenómeno Woodstock y de toda esa praxis filosófica surgida del Verano del Amor que sofocó al mundo con su militancia hippie, en Barranquilla se agolpó la juventud flaca, loca y greñuda a las puertas del cine Murillo, en el Metro, en el Lido, en el Coliseo y donde quiera que sonara Santana o The Who. Esto para ser televidentes –y no testigos– no solo del poder místico de convocatoria que tiene el rock, sino de oler y presentir el principio del fin de lo que sería solo un viejo recuerdo romántico de una generación intoxicada de sueños de paz y amor libre.

Fue el momento de las bandas locales, los primeros gestores culturales y las groupies. Nace el rock barranquillero de nombre Los Tornados, Los Clippers, Danger Devils, Los Tom, y quién sabe cuántos más porque la historia del rock en Barranquilla aun no se termina de contar.

El caso es que toda esa gente abandonó las guitarras y los toques se desvanecieron largo tiempo y aquellos teatros que luego fueron cines, muchos a cielo abierto, ya fueron demolidos, molidos y hechos polvo para el olvido.

La labor de introducir la cultura rock a través de la radio con Tiempos de rock, fue mucho más estridente que cualquier guitarra y más diciente que cualquier alarido gutural en el Parque Washington o Parque Venezuela en la década de los 70. Su ontología personal se extiende más allá del tiempo y vive al lado de los clásicos del género con los que formó al público de varias generaciones.

Amigos, ha sido todo por hoy. Hasta la próxima semana, les dicen Ismael Piñeres, desde los controles, y quien les habla, su anfitrión, Braulio de Castro.

Leydon Contreras Villadiego

Filósofo de la Universidad del Atlántico y gestor cultural. Ha colaborado para medios locales y nacionales como El Heraldo y revista Huellas de la Universidad del Norte, en El Magazín de El Espectador y la revista Amauta de la Universidad del Atlántico.