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Para Carlos Scartascini invertir en confianza representa una gran oportunidad de crecimiento y fortalecimiento democrático para los países de América Latina y el Caribe.

Carlos Scartascini, economista argentino líder del Grupo de Investigación para el Desarrollo del BID, en la entrevista de Contexto

Nueve de cada diez personas en América Latina y el Caribe desconfían del prójimo, el dato, que deja en evidencia cómo nuestra región se encuentra entre las que mayores niveles de desconfianza presentan en el mundo, trasciende al ámbito de la percepción que de sus gobiernos tienen los latinoamericanos, configurando una realidad que dificulta la construcción de futuro, el crecimiento económico y la gobernabilidad democrática.

Esta es una de las conclusiones del libro Confianza: la clave para la cohesión social y el crecimiento en América Latina y el Caribe, de Philip Keefer y Carlos Scartascini (co-autor), publicado por el Banco Interamericano de Desarrollo, y que encuentra en la desconfianza la causa del bajo crecimiento económico y la baja productividad de la región.

Contexto dialogó con Carlos Scartascini, economista argentino líder del Grupo de Investigación para el Desarrollo del Departamento de Investigación y el Grupo de Economía del Comportamiento del Banco Interamericano de Desarrollo, y miembro del comité ejecutivo del Laboratorio de Género y Diversidad del BID.

Redacción Contexto: En Latinoamérica es especialmente preocupante el bajo nivel de confianza de las personas en sus gobiernos. ¿Tiene que ver esto con promesas incumplidas por muchos años?,¿representa esto una amenaza seria para la democracia?

Carlos Scartascini: La falta de confianza se genera cuando los individuos creen que otros, sean individuos, empresas o gobiernos, van a tener actitudes oportunistas… esto es, se van a aprovechar de ellos. La dinámica de la confianza institucional es similar a la de la confianza interpersonal; a través de sus experiencias y de las de otros, las personas recopilan información sobre la confiabilidad de las instituciones y ajustan sus expectativas en consecuencia. Los individuos consideran que las instituciones son confiables si creen que las instituciones y los funcionarios públicos cumplen con lo que prometen, son efectivos en el logro de sus objetivos y si esos objetivos son compartidos por la sociedad. La confianza aumenta cuando el gobierno implementa con éxito una política y cae cuando el gobierno parece menos competente, por ejemplo, porque es incapaz de mantener la estabilidad económica cuando no habría razones externas para que ello ocurra. Al mismo tiempo, las personas tienen menos confianza institucional cuando el gobierno actúa de manera no fiable al no adherir al Estado de Derecho o cuando incurre en prácticas corruptas.

Las personas que confían unas en otras se unen para construir sociedades prósperas y se unen a trabajar en aras de una meta común. En las sociedades donde la confianza es baja no se observa esa cohesión ni la disposición de los ciudadanos a hacer sacrificios individuales en aras de proyectos colectivos que son fundamentales para el éxito de una sociedad. Cuando la confianza interpersonal es baja, los ciudadanos se muestran menos dispuestos a hacer sacrificios, por ejemplo, pagar impuestos y obedecer las leyes, asociados con cualquier proyecto público. Son menos capaces de contribuir al esfuerzo colectivo de exigir rendición de cuentas a los gobiernos para mejorar el bienestar ciudadano. Cuando la confianza y el civismo son bajos, las políticas públicas ofrecen menos beneficios a los ciudadanos en su conjunto y relativamente más a grupos reducidos. Independientemente de la definición que se utilice, en estos contextos la cohesión social tiende a desintegrarse: las políticas públicas tienen consecuencias más desiguales y aumenta el descontento con la sociedad.

R.C.: Esa misma falta de confianza en todas las instancias es un problema acuciante que impide el crecimiento y alimenta el incumplimiento de las leyes en buena parte de la región. ¿Por qué esta realidad no parece abordarse con la prioridad que merece?

C.S.: La desconfianza distorsiona la actividad económica a través de tres vías concretas que afectan directamente las decisiones de las empresas. Una de ellas tiene lugar entre gobierno y empresas. Para promover la actividad económica, los gobiernos utilizan un conjunto de políticas. Si las empresas desconfían del gobierno, tienen menos probabilidades de responder a las condiciones favorables que esas políticas puedan crear. Otra de las vías tiene su origen en la desconfianza interpersonal entre los ciudadanos y afecta significativamente a la regulación pública de las empresas. Los ciudadanos que desconfían de las empresas exigen una regulación excesiva de parte del Estado, que impone cargas a las firmas cuando tratan de innovar, ampliarse y crecer. La tercera vía va de la desconfianza interpersonal a la manera en que las empresas se organizan internamente y hacen negocios unas con otras. Dentro de las empresas, la desconfianza interpersonal limita la toma de decisiones a la familia, en lugar de delegar la responsabilidad en trabajadores externos potencialmente más calificados. La desconfianza limita el libre movimiento de los trabajadores, el capital y las ideas hacia empresas más productivas. También reduce los incentivos de las empresas para desplegar los métodos de producción más avanzados, expandirse hacia otros mercados, invertir en nuevos productos y procesos y capacitar a los trabajadores.

Aumentar la confianza es una gran oportunidad para los países: invertir en la confianza, paga. Al hacer de la confianza un objetivo de la política pública, y no simplemente un subproducto, los países pueden acelerar el crecimiento y el empleo. Las decisiones de invertir, emplear, producir, comprar o vender dependen de la confianza. Las personas más productivas, capacitadas e innovadoras tienen mayores oportunidades económicas en sociedades de alta confianza. Una mayor confianza acelerará el crecimiento.

 

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Portada del libro publicado por el Banco Interamericano de Desarrollo.

Las personas que confían unas en otras se unen para construir sociedades prósperas y se unen a trabajar en aras de una meta común. En las sociedades donde la confianza es baja no se observa esa cohesión ni la disposición de los ciudadanos a hacer sacrificios individuales en aras de proyectos colectivos que son fundamentales para el éxito de una sociedad.

¿Qué tanto tiene que ver esta desconfianza con nuestra historia, sobre todo con la colonización y las instituciones de esa época?

Parte de la explicación es de carácter histórico. La amplia investigación demuestra que la confianza disminuye cuando las personas de una comunidad se ven obligadas a volverse unas contra otras y los efectos son perdurables. La esclavitud, el trabajo forzado, el colonialismo, la gran dependencia en industrias extractivas, los conflictos violentos y el continuo quiebre del orden democrático son todas características de la región que atentan contra la confianza. Así también las grandes desigualdades en la distribución del ingreso, el poder, y la riqueza. La organización de las sociedades, en algunos casos con alta segregación, también atenta contra la confianza.

En todos los casos, esas características tienden a aumentar y hacer más visibles las asimetrías de información y las asimetrías de poder. En la región no hemos sido capaces de contrarrestar esas falencias con instituciones fuertes y con mecanismos que reduzcan esas asimetrías.

Una de las propuestas que hacen en el documento del BID sobre confianza es darle mayor información al ciudadano y mejorar las rendiciones de cuenta de los gobernantes. Los observatorios y las veedurías pueden también jugar un papel importante en este proceso, pero los medios de comunicación no siempre le dan a estos asuntos la prioridad que merece. ¿Qué nos puedes comentar al respecto?

Hoy día, cuando un extranjero, por ejemplo, una colombiana viajando a Buenos Aires llega a destino, es común que llame a un coche manejado por un desconocido que conduce para una aplicación de viajes compartidos, como Uber, Cabify o Lyft. Es igual de común que en Buenos Aires se hospede en un apartamento reservado y prepagado por Airbnb. Estas transacciones habrían sido impensables hace unos años exactamente por las razones que trata el libro: la falta de confianza. Dicha falta de confianza existía por las diferencias de información y de poder que podía tener el conductor o el dueño del apartamento respecto del extranjero. Estas empresas entendieron que para que el negocio existiese tenían que reducir ambas asimetrías. Por ello es que las principales características de dichas plataformas es la de agregar información sobre ambas partes, hacer que la reputación sea un bien valioso, y ofrecer mecanismos para resolver conflictos. En otras palabras, empoderan a ambas partes de la transacción.

De la misma manera que las empresas privadas han entendido cómo se crea la confianza, el sector público puede hacer lo mismo. Los observatorios y las veedurías pueden jugar un gran papel. La clave está en que tienen que producir información, y que la información sea usable y entendible, pero al mismo también tiene que haber empoderamiento. En muchas casos, el descontento creciente ha sido afectado por el aumento de la información sin un aumento equivalente del empoderamiento.

Los medios de comunicación tienen un gran rol por jugar procesando la información, resaltando cuando no se cumplen las promesas, pero también apoyando a distribuir información de las promesas y hacer seguimiento al cumplimiento de las mismas. Lamentablemente, los medios de comunicación también responden a sesgos comportamentales que pueden ser particularmente destructivos para la confianza y el civismo. Uno de ellos es la preferencia de las personas por las noticias negativas. El individuo promedio reacciona más intensamente a las noticias sobre historias negativas que a las positivas. Por lo tanto, es probable que las noticias acerca de comportamientos no confiables e incívicos atraigan más atención, y refuercen las creencias de las personas de que los otros son poco fiables e incívicos.

El populismo exacerba la desconfianza en cuanto le gusta prometer mucho y cumplir muy poco, pero no siempre los votantes castigan sus incumplimientos. ¿Habrá formas de contrarrestar las tentaciones populistas?

Los votantes estarían mejor si no votaran a los políticos que ofrecen un gobierno de baja calidad aplicando políticas populistas y reeligieran a aquellos que mejoraron la calidad del gobierno con políticas sostenibles. En muchos contextos políticos, incluidos aquellos con elecciones libres y justas, lamentablemente los votantes hacen lo contrario. La baja confianza social puede explicar esta paradoja: los votantes deben actuar colectivamente para dar forma a los incentivos políticos, pero la baja confianza entre los votantes es un obstáculo para la acción colectiva. Si cada votante cree que sus compañeros votantes aceptarán beneficios particulares de gobiernos de bajo desempeño que les impiden votar en contra de esos gobiernos, ningún votante tiene un incentivo para seleccionar políticos que prometen un gobierno de alta calidad. Por la misma lógica, la baja confianza social impide que los votantes sancionen a los políticos que incumplen sus promesas. El incumplimiento frecuente de las promesas de campaña, a su vez, lleva a los votantes a tener poca confianza política. El gobierno de baja calidad, y en particular el populismo, emergen como estrategias electorales óptimas de los candidatos políticos en este entorno. Por lo tanto, los votantes que expresan poca confianza tienen muchas más probabilidades de preferir políticas populistas que reflejan una baja calidad del gobierno.

Hay casos en ciudades de Colombia en que se rescató la confianza a partir de reformas fiscales que se tradujeron en obras concretas de beneficio para la comunidad y sobre cuyo avance los gobernantes locales informaban con suficiencia y pertinencia. Se generó un círculo virtuoso: pago impuestos, se notan los beneficios. Este tipo de casos podría replicarse con planes pilotos auspiciados por el BID?

En un experimento de campo a gran escala llevado a cabo en Reino Unido, los autores observaron que proporcionar información sobre el civismo de los otros aumenta el cumplimiento del comportamiento cívico. Los autores informaron a los culpables de delitos fiscales que la mayoría de los contribuyentes pagaban sus impuestos a tiempo. Su texto decía: “Nueve de cada diez personas en Reino Unido pagan sus impuestos dentro de los plazos. Actualmente usted pertenece a una muy pequeña minoría que todavía no ha pagado”. Esta redacción, que pone de relieve que el destinatario forma parte de la minoría, fue la más efectiva para convencer a las personas que pagaran sus impuestos. La información sobre los beneficios de pagar impuestos también es efectiva. El mensaje “Pagar impuestos significa que todos ganamos en servicios públicos básicos como el Servicio Nacional de Salud, los caminos y las escuelas” aumentó la probabilidad de que los contribuyentes pagaran sus impuestos dentro de los plazos.

Desde el BID hemos hecho varios de estos estudios. En uno de ellos se envió un mensaje a los contribuyentes en una ciudad de Argentina para reforzar la creencia de que el gobierno dedica recursos a mejorar el bienestar colectivo: “En los primeros seis meses de este año, la recaudación (local de impuestos) sirvió para instalar 28 nuevas farolas en las calles, conexiones de agua potable en 29 calles y redes de alcantarillado en 21 manzanas”. El mensaje aumentó significativamente el cumplimiento entre las personas que tenían menos probabilidades de contar con información sobre cómo el gobierno utiliza el dinero público. Entre los contribuyentes que vivían fuera de la ciudad, a los que no les es fácil observar cómo funciona el gobierno, las tasas de pago aumentaron 14 puntos porcentuales. Cuando hay escasa información, los contribuyentes suponen que el gobierno se desentenderá de sus deberes. La información puede corregir estas creencias.

El BID ha venido trabajando en muchos de estos programas. Estamos interesados y dispuestos a seguir apoyando iniciativas similares que ayuden a construir civismo y confianza, y al mismo tiempo a aumentar el pago voluntario de impuestos. El BID tiene una agenda de crecimiento sostenible y equitativo que se sostiene en su Visión 2025. Para lograrlo, hay que aumentar la confianza.