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Foto: Infobae.

Reformas sí, pero con método. El caso del Gobierno actual.

Una columna del Senador Ivan Cepeda, titulada  Necesitamos un Gran Acuerdo Nacional, motivó esta nota. De entrada quiero mencionar que todos estamos de acuerdo en que hay mucho por hacer en Colombia. Hay que mejorar la democracia. Hay que controlar la corrupción. Hay que mejorar la administración pública. Hay que mejorar el nivel de vida del colombiano promedio, combatiendo la pobreza y la distribución inequitativa de los resultados. Los aspectos macro-económicos, curiosamente, han sido manejados con bastante responsabilidad en los últimos 50 años, y con subes y bajas, los indicadores se han mantenido, en gran parte porque el sector, Minhacienda y el Banco de la República, han estado continuamente en manos de técnicos, a diferencia de los otros ministerios. 

Uno que tiene décadas de estar mejorando es el de salud. La mayoría de los otros, comenzando con el de educación, han tenido pequeñas mejoras, con buenos ministros esporádicamente. Y otros simplemente son irrelevantes.

También es válido decir que la gran mayoría de los colombianos queremos la paz. Y queremos una paz real. Queremos mejorar lo bueno que tenemos en salud, en protección social, queremos tener una educación de calidad, queremos un mercado laboral más dinámico, una mejor justicia, una vejez más tranquila, un sector agrícola más productivo, unas fuentes de energía más sostenibles y más amigables con el medio ambiente, un sector industrial más competitivo, etc. Aquí no hay grandes diferencias entre la mayoría de los colombianos. A lo mejor podría haber discusiones sobre prioridades sectoriales. La diferencia está en cómo lograr todas estas mejoras. 

Aquí comienza el problema con el actual Gobierno. Está en manos de ideólogos que han dedicado su vida a hacer oposición política, a pelear por sus derechos, a pensar y especular sobre los problemas y sus soluciones –como intelectuales académicos a la Lovaina– y han tenido poca experiencia en analizar empíricamente los problemas, priorizarlos, identificar sus soluciones, implementarlas y evaluarlas. Ni siquiera cuando han tenido la posibilidad de manejar la cosa pública en forma directa. Basta mirar lo sucedido cuando la izquierda ha manejado a Bogotá, o ahora que maneja a Cali y Medellín. Uno de los casos más preocupantes es el de Medellín, cuando en tan solo un período parece que están acabando con las Empresas Públicas de Medellín, que considero son un ejemplo de buena práctica a nivel internacional. Ideólogos de extrema izquierda han tomado países y los han llevado a triste término. Venezuela, Nicaragua, Argentina, para mencionar unos cercanos. Otros más lejanos, manejados con mano dura militar, tampoco tienen mucho que mostrar. Hay excepciones explicadas por temas muy complejos (Vietnam o China).

Así las cosas, Cepeda argumenta que debería haber un Gran Acuerdo Nacional. De acuerdo. Pero en la práctica las propuestas sobre la mesa no tienen un análisis empírico que identifique los problemas y sus soluciones. ¡En realidad no hay análisis! A priori se define la política. Esta gente tiene que entender que ya en Colombia pasó la época en que los elegidos por el pueblo eran iluminados por el Espíritu Santo. Como dice un colega, hoy son servidores públicos, con responsabilidades y obligaciones. Una es encontrar soluciones efectivas y eficientes en relación con el costo, producto de un análisis técnico de los temas. Por lo que hemos visto hasta ahora esto no hace parte del esquema mental de esta administración y de sus acólitos en el Congreso. Ya no hay cabida para emperadores y emperatrices.

En la práctica las propuestas sobre la mesa no tienen un análisis empírico que identifique los problemas y sus soluciones. ¡En realidad no hay análisis!

La formulación de políticas basadas en la evidencia tiene sus méritos. Aboga por un enfoque riguroso y sistemático de los temas a resolver, lo que ayuda a construir una comprensión válida del problema y los factores que podrían definir las posibles soluciones. Este enfoque prioriza los resultados de investigaciones rigurosas, usando datos objetivos y análisis válidos de los temas a resolver, por encima de lo anecdótico, la ideología, el marketing y la inercia en torno a lo existente. Con el análisis de información, usando métodos de evaluación, podemos saber qué tan bien están funcionando los programas. De esta manera podemos usar esa información para mejorar los programas o, si es el caso, para terminar los ineficaces o insostenibles financieramente. La formulación de políticas con bases empíricas también fomenta un ciclo virtuoso de creación de conocimiento que toma en cuenta lo que ya sabemos de la evaluación del programa y genera más conocimiento para informar mejor las decisiones futuras. 

El argumento de Cepeda está basado en supuestos y no proporciona evidencia empírica de lo afirmado. Lograr un Acuerdo Nacional sobre la manera de lograr la paz basado en lo deseado (wishful thinking) es una irresponsabilidad. Negociar con los narcotraficantes para que dejen de sembrar es pensar con el deseo, con una ilusión. Creer que diciéndoles “ya no los vamos a perseguir”, “no habrá cárceles para ustedes”, dejarán de sembrar y de pelearse entre sí y contra las Fuerzas Armadas y la policía (si estas tuvieran la autorización para combatir).

Lo más responsable sería proponer un Acuerdo Nacional basado en lo que se llama los principios de la formulación de políticas basadas en evidencia, así: (i) construir y recopilar evidencia rigurosa sobre lo que funciona para resolver un problema, incluidos los costos y beneficios; (ii) supervisar los programas en ejecución y utilizar la evaluación de impacto para medir la eficacia del programa; (iii) usar evidencia rigurosa para mejorar los programas, escalar lo que funciona y eliminar lo que no funciona, redirigiendo los fondos a otros programas; y (iv) fomentar la innovación y probar nuevos enfoques.

¿Aprenderán?, ¿o seguirán usando la mermelada como instrumento de aprobación de decisiones de políticas de desarrollo socio-económico y político?

 

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Eduardo Vélez Bustillo

Profesor Visitante en Peking University, en China, y en Kobe University, en Japón.