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Foto: Rubén Ramírez. Unsplash.

Necesitamos una ciudadanía que se aproxime al estudio del pasado y cuestione cuánto de verdad tiene la historia oficial que tiene entre sus manos.

El Programa Nacional de Educación para la Paz ha elaborado una serie de materiales didácticos para que los maestros de las instituciones educativas del país puedan reflexionar con los estudiantes y la comunidad educativa en general, sobre los principales hallazgos del informe final de la Comisión de la verdad.

Este tipo de contenidos pedagógicos debería revivir el debate educativo nacional sobre el aprendizaje y enseñanza de la historia en el sistema escolar, porque la apropiación critica de los contenidos históricos depende de la forma cómo se enseña esta disciplina en las instituciones educativas.

Recordemos que los estudios desarrollados en este campo muestran que los métodos utilizados por los educadores no contribuyen a un aprendizaje significativo de la historia, debido a que prevalecen la saturación de contenidos, la memorización, la dinámica expositiva y la transmisión de conocimientos acabados.

De hecho, los estudios también muestran que los estudiantes no logran desarrollar las capacidades cognitivas o procesos mentales que necesitan para un aprendizaje significativo de la historia. Me refiero a capacidades como el pensamiento histórico, el pensamiento analítico y el pensamiento critico.

Estas habilidades cognitivas son fundamentales para cuestionar las versiones y evidencia históricas, identificar las ideologías y prejuicios implícitos en las narrativas históricas, conocer la realidad de otras épocas, comprender los fenómenos históricos, sus causas y relaciones con acontecimientos posteriores.

Estudios demuestran que los estudiantes no logran desarrollar las capacidades cognitivas o procesos mentales necesarios para un aprendizaje significativo de la historia.

La solución que plantean los estudiosos de la enseñanza de la historia es darle un giro al proceso aprendizaje – enseñanza de la historia con el objetivo de que los estudiantes puedan darle verdadero sentido y significado a este tipo de contenidos y participar activamente en el debate histórico. Necesitamos maestros de historia que tengan un dominio pleno de su propia disciplina y conocimientos sólidos sobre el proceso de aprendizaje de la historia, la investigación educativa y el desarrollo de habilidades cognitivas complejas como el pensamiento crítico y el pensar históricamente.

Estos, en su práctica de aula, deben utilizar los contenidos y narrativas históricas para desarrollar las capacidades cognitivas que necesitan los estudiantes para aprender a interpretar críticamente la historia. La idea es pasar de la centralidad de los contenidos al desarrollo de las capacidades cognitivas.

En ultimas, lo que se pretende es dejar atrás la idea arraigada en el imaginario social de los contenidos históricos neutros y acabados, para poder lograr que los estudiantes superen el nivel del conocimiento histórico como información y alcancen el nivel del conocimiento como interpretación critica.

Ciertamente, los contenidos y narrativas históricas son siempre productos moldeables, incompletos y, por tanto, inacabados. Por eso, necesitamos una ciudadanía que se aproxime críticamente al estudio del pasado y que cuestione cuánto de verdad tiene la historia oficial que tiene entre sus manos.
Bien lo dijo el filósofo Sartre: “El pasado puede modificarse; los historiadores no paran de demostrarlo”.

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Julio Antonio Martín Gallego

Magíster en educación, especialista en filosofía contemporánea e ingeniero mecánico de la Universidad del Norte. Investigador y consultor especializado en procesos de cambio educativo y aprendizaje organizacional.

 

 

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