La Federación Nacional de Productores de Ajonjolí produce entre 100 y 150 toneladas de semilla al año que se comercializan en el mercado colombiano.
Al menos 350 familias de municipios de Bolívar y Sucre, en el Caribe colombiano, encontraron en la siembra de esta semilla no solo un medio de subsistencia, sino un anhelado instrumento de paz.
A comienzos de la década del 2000, en la postrimería de la época más violenta que marcó a los Montes de María, subregión del Caribe colombiano, los pocos pobladores que no fueron víctimas del conflicto armado y aquellos que volvían paulatinamente a ocupar sus tierras debatían sobre cómo subsistir y reincorporarse a la vida productiva.
Fue entonces cuando aprovecharon el impulso de programas gubernamentales y privados para hacer de la siembra del ajonjolí no solo un símbolo de paz y de reconciliación, sino la forma en que este pueblo de vocación campesina ingresara a las grandes cadenas productivas del territorio nacional.
Hoy en día, la Federación Nacional de Productores de Ajonjolí, constituida durante el proceso de formación y capacitación de la población llevado a cabo desde 2007, tiene incorporadas a 350 familias que cosechan entre 100 y 150 toneladas de este producto anualmente, lo que las ha llevado a codearse con los grandes del mercado al comercializar entre 70 y 80 toneladas de esta semilla, dejando el restante para uso de la comunidad.
Édgar Arrieta, subgerente de la Federación, cuenta que se organizaron en medio de la violencia, cuando el paramilitarismo todavía azotaba algunas zonas de Bolívar y Sucre, siempre con la visión colectiva de sacar adelante las cadenas productivas en los Montes de María.
“De allí en adelante nos empezamos a capacitar, tanto las cabezas visibles de las organizaciones como todos los productores”, indica el también líder campesino.
Arrieta explica que alcanzaron a trabajar con 450 familias, pero hoy en día son 350 las que se dedican de lleno a la producción de ajonjolí en esta zona del Caribe colombiano. “Nosotros no tenemos socios, no nos gusta decirles así, tenemos son familias integradas a este proyecto en todos los Montes de María. Dentro del proceso se han formados guías profesionales, campesinos, una contadora, personal administrativo y técnicos agrícolas”, afirma.
Este visionario líder campesino es enfático al asegurar que la transformación de los pobladores de este territorio antes golpeado y azotado por grupos al margen de la ley ha sido total, lo que es una muestra irrefutable de que cuando se logran ir cerrando las brechas sociales y económicas también se le ganan pequeñas batallas al imperio de la violencia en Colombia.
La compra de parte de la producción anual de ajonjolí beneficia a pobladores de los municipios de Sincelejito, Carmen de Bolívar, Marín Alonso, Santa Lucía, Guarumo, Palmitos, Sanaguares y Nuevo Porvenir.
Édgar Arrieta es enfático al asegurar que gracias al cultivo de ajonjolí la transformación de los pobladores de este territorio antes golpeado y azotado por grupos al margen de la ley ha sido total, lo que es una muestra irrefutable de que cuando se logran ir cerrando las brechas sociales y económicas también se le ganan pequeñas batallas al imperio de la violencia en Colombia.
EL CAMINO HACIA LA SOSTENIBILIDAD
El apoyo del Grupo Nutresa a través de su Fundación y el proyecto Germinar fue clave para la transformación y creación de las cadenas de valor, una herramienta para optimizar los procesos de producción en los Montes de María. La organización llegó en 2006 a este territorio con el propósito de construir una comunidad próspera y productiva.
El propósito principal no era el asistencialismo a la comunidad, sino desarrollar capacidades para generar sostenibilidad en el tiempo de este emprendimiento.
Claudia Rivera Marín, directora de Sostenibilidad del Grupo Nutresa, explica que la llegada a los Montes de María tuvo como motivación el interés de la población de desarrollar un proyecto productivo: “Nosotros no entramos a comunidades que estén buscando solamente una donación. Nuestro trabajo lo hacemos con poblaciones activas y que participen desde el proceso de planeación para formular los proyectos”, señala, y afirma que dentro del modelo realizan talleres formativos y de fortalecimiento de organizaciones, así como también un diagnóstico para mejorar la toma de decisiones y generación de confianza.
“La lógica de conectar comercialmente a través de un insumo también permitió conectar un ejercicio de liderazgo y de proyectos colectivos que, a su vez, permite un tema de resiliencia y de reconstrucción para la paz”, manifiesta María Clara Piedrahita, directora Ejecutiva de la organización, cuando se refiere al objetivo de entender que el ajonjolí, más que un proceso productivo, era una forma de conectar comunidades.
Actualmente la semilla de ajonjolí cultivada en los Montes de María, un alimento rico en ácidos graso omega 3, hierro y calcio —dos cucharadas de ajonjolí contienen el equivalente de calcio de una taza de leche—se distribuye en Colombia a grandes marcas como Bimbo y a los diferentes productos del Grupo Nutresa, quien compra alrededor de 60 toneladas cada año.
María Adelaida Arango, vicepresidenta de Desarrollo Sostenible del Grupo, detalla que gracias a la compra de esa producción anual de ajonjolí beneficia a pobladores de los municipios Sincelejito, Carmen de Bolívar, Marín Alonso, Santa Lucía, Guarumo, Palmitos, Sanaguares y Nuevo Porvenir. “Ha sido un acompañamiento socio-empresarial que busca siempre el desarrollo de las capacidades, con bases para para la autosostenibilidad, la resiliencia y la calidad de vida de las comunidades”, afirma, y señala que la organización también tiene un proyecto productivo de cultivo de cacao en la población indígena de Kankawarwa, en la Sierra Nevada de Santa Marta.
Eduardo Patiño M.
Periodista de las secciones Ciudad y País de Contexto.