Margarita Garcia

«El futuro ha llegado y la era de los robots está cerca a nosotros», afirmó Elon Musk durante la presentación de una actualización de su robot Optimus. Foto: YouTube.

El excéntrico millonario que está inventando el futuro quiere que el mundo se salve, pero solo si él puede ser su salvador.

El pasado 13 de octubre, Elon Musk logró un hito en la historia de la ingeniería espacial. La nave Starship, diseñada para llevar grandes cargas y tripulaciones a la Luna, Marte y otros destinos, partió desde la base de Boca Chica en Texas, y tras siete minutos de vuelo, su enorme propulsor descendió a tierra, siendo interceptado por los brazos mecánicos de la torre de lanzamiento, en lo que Musk describió como “Ciencia ficción, pero sin la parte de ficción”. 

Los informes de la misión describieron que la etapa superior del Starship continuó su vuelo, atravesando la atmósfera a más de 130 millas de altitud antes de realizar un aterrizaje controlado en el Océano Índico. Con este logro, Musk, a través de su empresa SpaceX, no solo avanzó un paso hacia sus sueños multiplanetarios, sino que demostró el potencial de reutilización del cohete más poderoso construido hasta el presente. 

Las imágenes registraron al hombre detrás de esta hazaña en sus poses más icónicas, mostrándose exultante y feliz en una atmósfera cargada de adrenalina, como en una de esas escenas donde Tony Stark, el genio detrás de Iron Man de Marvel Comics, celebra la culminación de un ambicioso proyecto. Musk, como Stark, se rodea de un ambiente de alta tecnología, donde menudean pantallas gigantes y equipo especializado. Tanto, o quizás más que la proeza, es igual de importante el show de innovación ante el mundo, adoptado por los gurús de la tecnología –claramente inspirados por Steve Jobs, quien transformó la presentación de invenciones en un espectáculo casi religioso. Y entre los cuales, si nos vamos un poco más atrás, a los años 40 del siglo pasado, tenemos a Howard Hughes, quien revolucionó la ingeniería aeronáutica y del que los medios ofrecían una imagen excéntrica y misteriosa que suscitaba el interés lector.  

Las contradicciones del visionario

Cada logro del propietario de Tesla parece tocar el pináculo de su carrera. Pero Musk, después del estallido inicial de euforia, parece verlo como parte de una rutina. Prosigue entonces en sus planes para alcanzar metas más monumentales, como revolucionar el transporte espacial, crear colonias en Marte y cambiar la energía mundial con sus vehículos.

El público de la sociedad del espectáculo, convertido en congregación, es llevado a creer que presencia el futuro. Musk lo sabe y lo aprovecha, inyectando el plus tan futurible como vendible, del sueño tecnológico que se vuelve realidad (aunque eso también es discutible, como veremos más adelante). Más allá tenemos al hombre falible y también vulnerable, pese a su inmenso poder. Una figura excéntrica y contradictoria que oscila entre logros épicos y polémicas, como apoyar al demócrata Barack Obama en su campaña de 2008 –elogiándolo por sus políticas medioambientales–, para irse en el presente con el ultraderechista Donald Trump, quien abandonó el Acuerdo de París en el pasado, clave en la lucha contra el cambio climático.  

Cohetes que desafían todo lo visto en medio siglo y autos que se manejan solos. No son «Los supersónicos», es el universo de Elon Musk que promete redefinir el futuro.

Su capacidad para movilizar recursos y tecnología lo han convertido en una figura con poder que trasciende lo empresarial. Solo en Estados Unidos, la Nasa, el Departamento de Defensa y la Administración Federal de Aviación dependen de la tecnología que provee sus compañías.  

Algunas estampas del pasado de Musk son conocidas. Sudafricano, sufrió de bullying escolar. Hoy, es un hombre de 1’88 de estatura y hombros anchos que ha practicado jiu-jitsu brasilero, karate y taekwondo. A los 10 años aprendió a programar computadores por sí mismo, a los 12 desarrolló un videojuego que vendió por 500 dólares al magazine PC and Office Technology. Blastar todavía puede ser jugado en línea. 

El hombre más rico del mundo insiste en que la vida en la Tierra puede ser devastada por un evento de extinción masiva, por lo cual, encuentra motivador emplazar una base en Marte.

El imperio de Musk inició en 1999, cuando él y su hermano vendieron su compañía de software. A sus 27 años reinvirtió 22 millones de dólares en X.com, compañía que prometía revolucionar la transferencia de dinero. Una firma que ahora se conoce como Pay Pal. E-Bay la adquirió en 2002, y Musk obtuvo 165 millones de dólares. Sin darse un respiro, creó Space Exploration Technologies, o SpaceX, con la misión futura de colonizar otros planetas. 

Dos años después se dirigió hacia las energías renovables y fundó la compañía eléctrica Tesla. Está involucrado en decenas de proyectos. En el 2022 se hizo con Twitter, ahora conocido como X, por lo cual pagó 44 mil millones de dólares. 

Musk también ha sido acusado de mostrarse indiferente ante las emociones de los demás. Es conocido por sus arrebatos y comentarios ofensivos, así como por exigir a sus empleados hasta el límite, sin dudar en prescindir de quienes ya no considera útiles.

El hombre más rico del mundo insiste en que la vida en la Tierra puede ser devastada por un evento de extinción masiva, por lo cual encuentra motivador emplazar una base en Marte, “que podría ser la más grande aventura experimentada”, ha dicho. Musk ha sugerido que podríamos estar en el camino hacia una colonia marciana auto sostenible entre 50 y 100 años.

Sus críticos condenan que, mientras busca colonizar un planeta no habitable, sin atmósfera ni recursos, poco le preocupa el hambre y la pobreza de un mundo que todavía puede reparar sus daños ambientales. Le censuran que su capacidad para soñar el futuro va de la mano con una ceguera alarmante ante los problemas inmediatos. Y también les inquieta su creciente apetito por manipular el poder político. 

¿Musk busca resolver las problemáticas globales o está más interesado en monetizarlas? Tal vez una cosa vaya con la otra. Sam Altman, director ejecutivo de OpenAI, con quien Musk ha trabajado, comentó al respecto: “Elon quiere desesperadamente que se salve el mundo. Pero solo si puede ser él quien lo salve”. 

Varios de los logros y avances del siglo XXI son obra a su talento excepcional. Tesla ha irrumpido como una alternativa amigable con el medio ambiente, las tecnologías de SpaceX son usadas con eficiencia por la Nasa. El contraste entre la defensa del medio ambiente de Musk y sus visiones de expansionismo, mientras controla las decisiones sobre la tecnología, muestran cómo Musk encarna esas grandes contradicciones. 

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Ricardo Rodríguez Vives

Editor y periodista monteriano, Especialista en comunicación y periodismo digital de la Universidad Pontificia Bolivariana. Creador del proyecto de ilustración informativa cultural Tertoons. Instagram: @tertoon56.