Margarita Garcia

David Aguilera, cine con dedicación hecho en el Caribe colombiano. Foto: José Serna.

La trilogía del Bajo Sinú

por | May 2, 2025

Por Héctor Romero

Una breve mirada al cine del terrenal del realizador barranquillero David Aguilera Cogollo.

Antes de filmar Positivo Negativo, su primer largometraje, el cineasta barranquillero David Aguilera Cogollo dirigió dos cortometrajes que en retrospectiva configuran una suerte de trilogía sobre un mismo lugar, un mismo cuerpo de agua y un mismo hombre. 

En La Puecca, un hombre de 74 años deambula por Lorica en búsqueda de una puerca que se la ha perdido. Su búsqueda lo lleva a un vieje interior, a una aventura mínima en un solo lugar, que, como toda búsqueda, se vuelve simbólica. Este suceso que puede sonar absurdo y casi cómico, sirve de mapa para mostrar un entorno que parece secundario, pero que a medida que avanza termina por tomar el primer plano. El viejo y la puerca funcionan como catalizadores para que ese espacio lleno de detalles invisibles  emerja con fuerza ante el ojo rápido. 

Lo mismo ocurre en Areneros. Allí, David Aguilera aborda la rutina de Ángel Díaz, un hombre que ha dedicado toda su vida al arte rudo y casi olvidado de la extracción de arena en el río Sinú. Es un oficio ancestral, heredado entre familiares, que exige fuerza y paciencia. Díaz, a bordo de una canoa hunde las manos en el fondo del río, se sumerge y extrae con un balde lo que otros llamarían barro, pero que para él es sustento. Areneros, a diferencia de la La Puecca, es un trabajo con una estética menos definida que se permite menor libertad y en el que por momentos el fantasma del reportaje asoma sus narices. Sin embargo, ambas coinciden en su propósito: mostrar la vida de un hombre como una forma de narrar un lugar.

Tanto La Puecca como Arenero ocurren en Nariño Gallinazo, Córdoba, un pueblo del Bajo Sinú, rodeado por el río y por los sonidos del monte. Y su protagonista es el mismo: Ángel Díaz, un hombre que parece haber vivido varias vidas y haberse multiplicado en distintas versiones de sí mismo. Ha sido de todo para llegar a ser el héroe de dos cortometrajes y una película. En Positivo Negativo vuelve a aparecer en una figura mística entre la devoción y la superstición, como si de los cortos anteriores hubiera pasado de un registro natural a uno más simbólico. De hombre común a una leyenda. 

Póster del primer largometraje de David Aguilera Cogollo.

En “Areneros”, David Aguilera aborda la rutina de Ángel Díaz, un hombre que ha dedicado toda su vida al arte rudo y casi olvidado de la extracción de arena en el río Sinú.

Si existe la Trilogía de Koker –aquella serie de películas de Abbas Kiarostami donde se narra la historia de una región de Irán, la vida de su gente y del paisaje que los define–, entonces podríamos decir que David Aguilera ha hecho con Nariño, Córdoba, y con el río Sinú un epicentro cinematográfico. Y Ángel Díaz es el sujeto que encarna la esencia de ese espacio. Es, digamos, la memoria en carne y hueso de las costumbres más vernáculas de la región.

En La Puecca, el hombre campesino, el hombre común que se debate en la cotidianidad y su tragedia resumida en la pérdida de un animal. En Areneros, el hombre anfibio que vive de lo que produce el río –en este caso, la arena. Y ahora, en Positivo Negativo, el hombre místico, de quien en el pueblo se dice que tiene pacto con el diablo, que con amuletos y oraciones adquiere poderes sobrenaturales. Tres retratos que conforman una sola imagen: la de un territorio filmado con paciencia. Y la de un sujeto que es todos los hombres.

Héctor Romero Díaz

Estudió Narrativa en la Escola Escriptura Ateneu Bacelonès en Barcelona. Co-director del podcast, La Mirada Corrompida. Sus textos sobre cine han aparecido en la revista Latitud y el suplemento Dominical de El Heraldo.

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