Margarita Garcia

El escritor, periodista y cineasta chileno Alberto Fuguet es conocido por sus novelas y ensayos que exploran la identidad, la memoria y la cultura popular. Foto: Revista Santiago.

El pop que salvó a Latinoamérica: Alberto Fuguet habla sobre su nueva novela Ciertos chicos

por | Sep 11, 2024

Por Juan Camilo Rincón

 

En su novela Ciertos chicos, Alberto Fuguet le hace el quite a la represión militar, social y familiar de los años ochenta en Chile para narrar una historia de amor de dos jóvenes entre toneladas de pop, new wave, fanzines y fiestas clandestinas.

La subversión pop. Así llama el escritor y cineasta chileno Alberto Fuguet a esa especie de fenómeno que se apoderó de su país en los años ochenta y se coló entre las fisuras de la oscuridad militar y los tabúes familiares de una sociedad conservadora que se resistía a los cambios. En ese contexto transcurre su novela Ciertos chicos (Tusquets, 2024), en la que Tomás Mena y Clemente Fabres luchan cada día para subvertir lo que los oprime, descubrir nuevas sensibilidades estéticas y abrirle la puerta al amor: “Es hora de aprovechar el mundo aunque esté bajo dictadura”, dicen.

Bajo el despotismo de un dictador cuyo nombre no se menciona, y a la sombra de razones sin razón, exigencias sociales y coacciones familiares, esta novela es un regreso al pasado de una Latinoamérica que ya estaba tocando fondo. En su regreso a la ficción después de ocho años, Fuguet conversó con Contexto sobre su nueva novela, su irremediable conexión con la música y su relación con Colombia a través de Andrés Caicedo, escritor del que destaca su capacidad insistente de no acomodarse a ningún canon para crear el suyo propio. 

Juan Camilo Rincón: Es inevitable percibir cierta cercanía entre usted y uno de los protagonistas, Clemente Fabres. ¿Cómo construyó ese personaje?

Alberto Fuguet: Lo primero que pensé es que se pareciera a mí, pero no tanto. Fue muy importante que no tuviera lazos con Estados Unidos, lo de su relación con Inglaterra y que viniera de una familia más política. Es divertido; yo creo que uno siempre trabaja con material propio y tiene un alter ego, pero también he ido aprendiendo con el tiempo que está bueno inventar y mentir. A veces uno puede ser mucho más personal mintiendo. En ese sentido Clemente es probablemente mucho más cercano a mí y más autobiográfico, justamente porque no es autobiográfico. Yo nunca había tenido esa experiencia, la familia de él no es como la mía, yo no vengo de una familia política, pero creo que esas mentiras me permitieron entrar más profundo. Fue muy lindo poder meterle cosas a un personaje que no es tan cercano a mí. Es loco que ambos son jóvenes y yo ya no lo soy; eso también fue muy divertido.

J.C.R.: ¿Cómo fue el ejercicio narrativo de mostrar esas formas diversas de vivir lo que hoy llamamos queer?

A.F.: Está bueno eso que dices, porque esa palabra no existía. Probablemente Clemente la conocía porque es una palabra inglesa y era un insulto en esa época, pues significa raro (a mí me gusta la palabra raro; debería usarse más en español). Lo raro es lo distinto, y eso ya es suficiente. De ahí viene un poco el título; se llama Ciertos chicos para que cualquiera pueda identificarse y porque creo que este libro no es tan militante; yo no siento que este sea un libro gay, para nada. Lo puede leer cualquier persona de cualquier orientación. 

Son, definitivamente, ciertos chicos.

Yo le puse ese título, entre otras cosas, porque me parece que más allá de su orientación sexual, lo que los hace especiales es que son sensibles, cool, distintos, curiosos, dan ganas de estar con ellos. Son sofisticados por lo que quieren, por lo que escuchan, por la forma en que se enfrentan a la política y al mundo. A mí la vida sexual de las personas no me interesa tanto, sino más bien lo que escuchan. Al final eso es lo que erotiza: los libros, las películas, la ropa, las cosas; eso me parece mucho más hot.

Portada de la novela de Alberto Fuguet, publicada por Tusquets.

Y esas expresiones también eran reprimidas desde muchos lados.

Como esta historia ocurre durante una dictadura, me parece que es fácil decir que la única represión era la de los militares, pero también está la represión de la Iglesia, de la familia e incluso, a medida que te vas acercando, de las madres, los vecinos, los compañeros de curso. Yo estudié en una escuela muy parecida a la de la novela y esta es mi venganza. Yo les tenía miedo a mis compañeros de curso, pero ya no, y me parece que ellos se equivocaron en todo. Yo siento que el pop terminó venciendo; ellos le tenían mucho miedo al pop y, para bien o para mal, gana al final. 

Volviendo al asunto militar, en muchas novelas sobre Chile de esa época suele estar presente ese gran tema…

Y en esta novela Pinochet también está; yo quería que fuera casi un cameo. No lo nombro porque no quería subirle el pelo y él siempre es como el dueño. Me parece que también los escritores tenemos que tomar la decisión de bajarle el nivel a las personas. Pinochet no se merece una novela. Dicho eso, obviamente era una dictadura y él estaba a cargo, pero la historia no es sobre él, es sobre Clemente y Tomás.

Esta novela, como otras suyas, es muy musical.

Te cuento algo: cuando en el 94 yo entregué Por favor, rebobinar a un editor nuevo de Planeta, un señor mayor, comunista que venía de Europa y que creo que no sabía quién era Steven Spielberg. Le entrego mi libro, yo venía de un éxito atronador, él lo lee y le pregunto: ¿Qué le parece?; me dice: Parece un disco. Se queda callado, mudo, no hay expresión en su cara; yo espero uno, dos minutos y le digo: ¿Eso es bueno? y él me dice: Esto es una editorial, ¿por qué te haces el músico si esto es literatura?, esto es la lengua de Cervantes, aquí están las librerías de madera con sus estantes… Yo quedé totalmente confundido. Era agosto y el libro iba a salir en noviembre.

A mí la vida sexual de las personas no me interesa tanto, sino más bien lo que escuchan. Al final eso es lo que erotiza: los libros, las películas, la ropa, las cosas; eso me parece mucho más hot.

¿Le cambió cosas?

Le saqué todas las cosas, pero eventualmente las puse de vuelta porque lo que a él le parecían liner notes eran entrevistas, toda la parte periodística, conversaciones telefónicas. Lo loco es que hoy con Ciertos chicos lo primero que me dijo marketing fue: vamos a apostar por la música. Sacaron afiches en la calle con una estética ochentera como si fueran recitales, sacaron casetes falsos y ahora la gente los quiere con el código QR del playlist. Han pasado bastantes años, casi treinta, pero ahora que alguien diga que un libro parece un disco ya no es un insulto. De hecho, es la forma en que el libro está llegando a la gente. 

Hay un tránsito de los personajes desde la niñez a la adolescencia y de ahí a la adultez, el concepto del amor en Clemente, sus primeros contactos con otros chicos… ¿Cómo fue escribir sobre esa adolescencia?

Cuando uno habla de adolescentes o incluso de masturbación, uno cuenta cosas más divertidas, pero con el tiempo y con la distancia me pareció que estaba bueno contar cosas que quizás no se habían contado, o cosas más oscuras, no tan divertidas o no tan ligadas a lo erótico. Básicamente ese es el problema de Andrés Caicedo, que hoy sería considerado gay, bi o no binario, pero no hubiera sido un tema para matarse… más allá de que yo creo que él sí tenía otros problemas. Pienso que el tema sexual en Caicedo es fundamental, eso de no poder tolerarlo y que no lo toleren. 

En esta novela que transcurre décadas atrás, sentí que el presente asfixia y hay una necesidad urgente de futuro…

Yo no sé si el pasado es tan terrible en este caso. Una de las cosas que han llamado la atención, al menos en Chile, es que ¡guau!, lo pasaban bien. El pasado no siempre es como lo cuentan los escritores o los historiadores, y aquí yo creo que los chicos al final lo pasan bien a pesar de todas las cosas que tienen en su contra. Este libro es más sobre, curiosamente, el futuro. A mí en la escuela me decían que yo estaba equivocado en todo, que leer a Bukowski era un error, que escuchar esta música era un error. Me parece que apostar por Cindy Lauper o por Madonna o por Steven Spielberg o por las películas raras francesas o por ciertos autores está bien. Ya que estamos en Colombia, eso está en Caicedo: él fue armando su canon y él es mucho más actual que ahora y que en su momento. Me gusta la idea de él porque en los setenta, cuando todo estaba en su contra, él se negó a ser como el resto.

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Juan Camilo Rincón

Periodista, escritor e investigador cultural.