Margarita Garcia

Los venezolanos han protestado por los resultados de las elecciones que declararon, en un evidente fraude, presidente de Venezuela a Nicolás Maduro por un periodo adicional de 6 años. Foto: Fernando Vergara. AP.

La pregunta es si la presión internacional será suficiente, así esté acompañada de multitudinarias manifestaciones de los votantes de la oposición, o si será impotente para impedir la continuidad de una dictadura cada vez más represiva.

Ilusionarse para luego experimentar el duro sentimiento de la desilusión es lo que le ocurrió a millones de venezolanos en su patria y en el exilio, y lo que otros tantos padecieron por lo que se anticipaba como un resultado obvio gracias a los datos de algunos informes esporádicos que llegaban y daban fundamento a esa ilusión.

Pero no era fácil creer que una dictadura que lleva tantos años estaba dispuesta a irse del poder tranquilamente. Había mucho que dejar, y peor, una carga criminal, que parecía ineludible. Nada fácil. Esperar hasta más allá de la medianoche para que el Presidente, precedido de una sobria declaración del Consejo Nacional Electoral, anunciara, con entusiasmo y en forma desafiante, el triunfo que atribuyó a Chávez y a Simón Bolívar.

Para la opinión nacional e internacional, que había aguantado hasta ese momento, resultaba increíble que sin más datos, sin referencia a lo ocurrido en cada provincia y en cada una de las ciudades y los municipios, se diera un porcentaje preciso. La oposición se tomó el trabajo de conseguir las actas, que dijo obtener en más del 70 %, con lo cual había una fuente creíble sobre qué había pasado. Obviamente, esas actas dejaban claro que el Gobierno no tenía la mayoría de votos, sin base alguna, con lo cual se abría un proceso que no se hizo esperar de exigir que se publicaran las actas originales para proceder a reconocer por gobiernos y organizaciones multilaterales y organismos no gubernamentales el resultado.

El presidente chileno, Gabriel Boric, quien ha dado muestras de respeto por la democracia, fue el primero en anunciar esa exigencia, y luego vinieron declaraciones de otros gobiernos y organismos.

El más contundente me pareció el del Centro Carter, que tiene una larga y reconocida experiencia en la observación electoral. Venía ejerciéndola desde el 29 de junio y, es bien claro, a lo largo de todo este proceso electoral. La primera frase es contundente, como el resto del comunicado, “la elección presidencial de Venezuela de 2024 no se adecuó a parámetros y estándares internacionales de integridad electoral y no puede ser considerada como democrática”.

Luego, en varios párrafos, describe con precisión las irregularidades: “La integridad electoral no se observa en ninguna de sus etapas relevantes y ha infringido numerosos preceptos de la propia legislación nacional. Que la actualización del registro de electores se realizó con numerosos errores. Que la campaña electoral se desarrolló con desequilibrio a favor del Gobierno en todos los campos. La candidatura oficialista contó con muy amplios recursos. Se observó el abuso de recursos públicos, incluyendo el uso de vehículos, la movilización de funcionarios para la campaña y el uso de programas sociales. Asimismo, la candidatura gubernamental tuvo preponderancia en la televisión y la radio. Las autoridades intentaron restringir las campañas de la oposición, incluyendo la persecución e intimidación de personas que prestaron servicios para el partido opositor”.

El presidente chileno, Gabriel Boric, quien ha dado muestras de respeto por la democracia, fue el primero en anunciar esa exigencia, y luego vinieron declaraciones de otros gobiernos.

Presenciamos una reacción de gobiernos en la subregión, Centroamérica, Estados Unidos, Canadá y países europeos que dejan en muy mala situación la postura del Gobierno al proclamarse elegido durante un pedido adicional de seis años. La pregunta es si la presión internacional será suficiente, así esté acompañada de multitudinarias manifestaciones de los votantes de la oposición, o si será impotente para impedir la continuidad de una dictadura cada vez más represiva.

Estamos ante una coyuntura internacional que no facilita una salida civilizada, como quiera que los beneficiarios de este ‘aberrante’ fraude no están dispuestos a perder los beneficios obtenidos y los que esperan conseguir a partir de la fecha. Si no existe al interior de Venezuela una fuerza equivalente o superior a la actual, será difícil que se produzca la transición democrática que quedó legitimada el 28 de julio y descaradamente desconocida.

El subsecretario para América Latina en el Departamento de Estado ya reconoció el triunfo de González. El endurecimiento internacional no se posterga.

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Fernando Cepeda Ulloa

Experto en Ciencias Políticas, profesor y diplomático. Se ha desempeñado como Embajador en Canadá, Representante Permanente de Colombia ante las Naciones Unidas, Embajador en Inglaterra, Ministro Plenipotenciario en Washington y encargado de Negocios. Ha sido Ministro de Gobierno, de Comunicaciones, Consejero Presidencial y Viceministro de Desarrollo Económico.