
Foto: Euroschool.
¿Por qué los lideres juegan al caos? Cuando se vive en medio de un ambiente caótico, de incertidumbre, se reafirma la necesidad de tener un mesías, un salvador.
Vemos cada vez más gobernantes en el mundo que juegan al caos, o, más bien, utilizan el caos en sus estrategias de gobierno. Estos mandatarios se caracterizan porque ponen en marcha una cascada de acciones disruptivas que intentan renovar el orden establecido.
Este choque frontal contra unidades sensibles del sistema afecta su funcionamiento, altera significativamente sus resultados, genera gran incertidumbre y puede generar consecuencias imprevisibles que terminan afectando, para bien o mal, a todos los ciudadanos.
Detrás de esta inquietante estrategia subyace la idea de que el caos es una poderosa fuerza de cambio y el estado amorfo que antecede un nuevo orden. Me pregunto, ¿qué podemos esperar de un proceso de caos inducido?, ¿y cuáles serán sus principales consecuencias?
Recordemos que el caos (Chaos) no es solo desorden, confusión y descontrol extremo, sino también una poderosa fuerza generativa que puede desencadenar un nuevo orden. Claro, cuando el caos es inducido, el nuevo estado puede ser mejor o peor que el original.
Sabemos que el gen del caos se acentúa en la modernidad, al tiempo que fortalece su vínculo con el orden, lo que aumenta la tensión entre lo estable y lo inestable, entre lo predecible y lo incierto. Así el caos se torna más visible en los diferentes ámbitos de la vida humana.
En la actualidad, en la cultura organizacional, el caos inducido se convierte en un ingrediente que, en la dosis correcta, favorece la creatividad y potencia el desarrollo institucional. La idea es hacer del caos un desafío que permita desarrollar nuevas capacidades y mejorar los procesos.
Por ejemplo, el caos inducido se utiliza en las organizaciones cuando se quiere valorar la resiliencia de un proceso e introducir mejoras, así como para fomentar la flexibilidad, tomar decisiones rápidas, y lograr que las personas logren extraordinarias soluciones creativas.
Los gobiernos que inducen el caos en sistemas estatales reglados, con muy bajo arbitrio, deben saber que existe una altísima probabilidad de que sus unidades más sensibles se salgan de control y el funcionamiento del sistema se degrade.
Todos los ejemplos dan cuenta de los importantes beneficios que tiene el caos inducido cuando se orienta a lograr un objetivo concreto y se utiliza de forma adecuada como factor impulsor.
¿Pero qué pasa si deliberadamente se desestabiliza un sistema complejo?
Los expertos dirán que el resultado depende de la adaptabilidad del sistema. Es decir, habrá una respuesta positiva en sistemas con alta capacidad de adaptación. Pero los resultados pueden ser negativos e incluso catastróficos en sistemas inflexibles, sobreregulados.
Por consiguiente, los gobiernos que inducen el caos en sistemas estatales reglados, con muy bajo arbitrio, deben saber que existe una altísima probabilidad de que sus unidades más sensibles se salgan de control y el funcionamiento del sistema se degrade.
Además, el sistema se torna cada vez más vulnerable y queda a merced de aquellos que lo usan para su propio beneficio. En resumen, los principales riesgos a que se expone un sistema inflexible, caótico, son el deterioro progresivo y la merma de resistencia.
¿Por qué los lideres juegan al caos? La respuesta es simple; cuando se vive en medio de un ambiente caótico, de incertidumbre, confusión y miedo, se reafirma la necesidad de tener alguien que nos saque del peligro. O sea, la gente se refugia en un salvador.
En un refugio más bien expuesto, porque mientras los gobernantes utilizan el caos para construir un mundo a su medida, nosotros, la gente del común, asumimos el riesgo de perder la partida en un peligroso juego de azar.

Julio Antonio Martín Gallego
Magíster en educación, Especialista en filosofía contemporánea e Ingeniero Mecánico de la Universidad del Norte. Investigador y consultor especializado en procesos de cambio educativo y aprendizaje organizacional.
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