Margarita Garcia

El teatro Amira de la Rosa, en una intervención artística. A pesar de anuncios de inversiones para su recuperación, el teatro cumple 5 años cerrado. Imagen digital: XtremeArt Colombia.

¿Hacia dónde va la cultura en la ciudad?

Una buena casa cuenta con los espacios adecuados no sólo para satisfacer las necesidades básicas de sus habitantes, sino también aquéllas de índole espiritual que son igualmente vitales: ello explica que, además de cocina, comedor, cuarto de baño y dormitorios, cuente igualmente con jardín, estudio y biblioteca.

En la casa de los Buendía, en Cien años de soledad, la función de centro de la vida intelectual y cultural la cumple el laboratorio de alquimia, primero, y después el cuarto de Melquíades. En esos espacios, los miembros de las distintas generaciones de la familia desarrollan sus investigaciones y experimentos científicos, sus labores de escritura y sus actividades de enseñanza y aprendizaje. En particular, el cuarto de Melquíades es la sede de la biblioteca familiar durante el siglo de existencia de la casa. Dotada al principio sólo de una pequeña pero muy selecta colección de libros, hacia el final su fondo bibliográfico llega a ser vasto, gracias a la ardua tarea erudita de Aureliano Babilonia, el hombre que logra descifrar por completo los enigmáticos pergaminos del gitano.

La clase dirigente de Barranquilla, con una ignorancia comparable a la de Fernanda del Carpio, ha decidido que los más emblemáticos espacios de la vida cultural de la capital del Atlántico no merecen sino ser “el cuarto de las bacinillas” de la ciudad.

Sin embargo, poco después de promediado el relato de la novela, el cuarto de Melquíades atraviesa por la peor etapa de su historia: no sólo es clausurado, sino que la nueva administradora de la casa, Fernanda del Carpio, que ignora la tradición de la familia, lo destina para almacenar las 72 bacinillas que quedan sin uso después que termina la visita vacacional de las 68 alumnas y las cuatro monjas del colegio donde estudia Meme, su hija. De hecho, a partir de entonces y por mucho tiempo, la habitación –“en torno a la cual giró en otro tiempo la vida espiritual de la casa”, según dice explícitamente el narrador– es conocida como “el cuarto de las bacinillas”. El lector siente que no puede haber un trato más indigno ni más denigrante para un lugar tan valioso y respetable.

Pues bien: traigo a cuento lo anterior porque tengo la impresión de que la clase dirigente de Barranquilla, con una ignorancia comparable a la de Fernanda del Carpio, ha decidido que los más emblemáticos espacios de la vida cultural de la capital del Atlántico no merecen sino ser “el cuarto de las bacinillas” de la ciudad.

Allí están: el teatro Amira de la Rosa; la Facultad de Bellas Artes de la Universidad del Atlántico; el Museo del Caribe, la obra negra anquilosada de la nueva sede del Museo de Arte Moderno de Barranquilla y, en general, todo el Parque Cultural del Caribe. Las dos principales bibliotecas públicas no reciben tampoco el mejor trato.

Estos monumentales cuartos de las bacinillas evidencian el filisteísmo de buena parte de quienes, desde los sectores público y privado, rigen los destinos de Barranquilla, que parecen conformarse así de nuevo con la imagen de “ciudad de tenderos” que tuvimos en el pasado y que el surgimiento del grupo de Barranquilla desmintió durante una época de esplendor cuyas luces, diríase, han sido apagadas por completo en la actual.

Sin embargo, en Cien años de soledad, en el capítulo 17, Úrsula logra salir de pronto de su postración senil, recupera la lucidez y restaura la casa, lo que incluye reabrir el cuarto de Melquíades y ordenar botar todas las bacinillas que lo infestan y lo ultrajan. ¿Podemos tener la esperanza de que nuestra clase dirigente experimente una reacción similar?

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Joaquín Mattos Omar

Santa Marta, Colombia, 1960. Escritor y periodista. En 2010 obtuvo el Premio Simón Bolívar en la categoría de  “Mejor artículo cultural de prensa”. Ha publicado las colecciones de poemas Noticia de un hombre (1988), De esta vida nuestra (1998) y Los escombros de los sueños (2011). Su último libro se titula Las viejas heridas y otros poemas (2019).

 

 

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